domingo, 28 de julio de 2013

Los Tontos según Santo Tomás[1]

Los Tontos según Santo Tomás[1]

Los de Hoy, los de Ayer, los de Siempre

(Una guía para la autocrítica)

Los tontos son muchos y están en todas partes. En el cielo y en la tierra, pero principalmente en ésta, y ciertamente también en nuestro Movimiento. No necesito argumentos para demostrarlo, pero por si a alguien le queda algún asomo de duda, sepa que Santo Tomás hizo más de veinte citas sobre los tontos y las tonterías. Abundando: "stultorum infinitus est numerus" (Ecle 1, 15), dictamina Salomón, quien se había "entregado por completo a profundizar en la sabiduría y el conocimiento y también en la estupidez y la necedad..." (2,16-17)

Sabio como era, no desdeñó ningún procedimiento: "Con mi mente bajo el control de la sabiduría, quise probar el estímulo del vino..." (2, 3), aunque en vano, porque los necios  "me rodean como avispas" (Sal 118, 12).

Para nuestra común desgracia sucede no sólo que hay muchos tontos sino que existen muchas formas de tontería<big>: unas leves, otras graves; unas inocentes, otras no tanto y algunas que son pecado mortal. Con su legendaria agudeza el Aquinate elabora una compleja y alucinante tipología de tontos: asyneti, cataplex, credulus, fatuus, grossus, hebes, idiota, imbecillis, inanis, incrassatus, inexpertus, insensatus, insipiens, nescius, rusticus, stolidus, stultus, stupidus, tardus, turpis, vacuus y vecors

Breve aunque muy seriamente, examinaremos estas clases de tontos clasificados por Tomás, intentando visualizar algunas de las causas, efectos y los remedios que eventualmente tenga la tontería.

Didácticamente, Tomás inicia la comparación con los animales: Si en nuestro idioma "asno" significa una "persona necia", un poco bruta y escasa de entendederas, el filósofo compara el insipiente al jumento. Esto porque los animales actúan movidos por el instinto, la pasión (el perro ladra tan pronto como algo le incomoda, etc.). Y el insipiente, al dimitir de la razón -que es su honor- se reduce a un asno. 

A su vez, el tonto stolidus, es asimilado a la oveja. El problema de la tontería se centra siempre en el buen juicio sobre la realidad:  si sensatus es el hombre razonable, con sentido común, en lo que se refiere a las acciones particulares; a los insensati o asyneti les falta el sentido para estas acciones y puntillosamente hace notar que no se puede decir de los niños que sean insensatos, sino sólo de adultos, "Insensatus autem proprie dicitur qui sensu caret". 

Un elemento básico que engloba todas las formas de tontería es la parálisis. Ocurre por ejemplo en el stupidus ("cataplex, id est stupidus"), que recibe este nombre precisamente de una parálisis que le sobreviene por stupor. Éste es distinto de la admiración, actitud positiva que  requiere siempre la disquisición, en tanto que el estupor la obstruye. 

Otra variable en la caracterización de la tontería es la sensibilidad o más bien, la falta de ella: distingue entre estulto y fatuo, y afirma que la estulticia comporta el embotamiento del corazón y hace obtusa la inteligencia: "stultitia importat hebetudinem cordis et obtusionem sensuum". 

La fatuidad es la total ausencia de juicio (el estulto tiene el juicio embotado). De ahí que la estulticia resulte contraria a la sensibilidad de quien sabe: sabio (sapiens) se dice por saber (sabe/sabor). Así como el gusto discierne los sabores el sabio discierne y saborea las cosas y sus causas, a lo obtuso se opone la sutileza y la perspicacia de quien sabe: "Fatuus caret sensu iudicandi; stultus autem habet, sed hebetatum; sapiens autem subtilem ac perspicacem".

Esta analogía del gusto, de la sensibilidad como paradigma para quien sabe saborear la realidad, encierra una de las claves de Tomás para entender su pensamiento sobre la tontería. Discutiendo cuál es el fin último del hombre, considera la objeción de que la felicidad estaría en el dinero pues esa es la opinión común... Y contesta: " 'Todo se sujeta al dinero' es lo que afirma la legión de estultos que saben sólo de bienes corporales, que el dinero puede comprar. Pero el juicio sobre el bien humano no lo debemos tomar de los estultos sino de los sabios, lo mismo que en cosas de sabor preguntamos a quienes tienen paladar sensible.

¿A cuántos dignos representantes de la estulticia contemporánea hemos albergado en nuestras filas? ¿Cuántos estultos se consolidaron y crecieron a la sombra del recio tronco del 31 de Mayo? ¿A cuántos estultos hemos entronizado como jefes? ¿En qué momento hemos trastocado el dulce sabor de ser por el amargo sabor de tener? ¿En qué punto hemos invertido los valores?

Se trata siempre de una percepción de la realidad: lo que de hecho es amargo o dulce, parece amargo o dulce para quienes poseen una buena disposición del gusto, pero no para aquellos que tienen el gusto estropeado. Cada cual se deleita en lo que ama: a los estultos se les corrompe el gusto y no son capaces de encontrar dulces las cosas que en verdad lo son...

Cuando Tomás busca caracterizar al estulto - la estulticia como opuesta a la sabiduría - se refiere al hecho de no poder identificar la conexión entre medios y fines, de este modo resulta que cualquier medio es bueno si alcanza el fin. Sucede que el estulto tiene por bien lo que no lo es y por ello tiende a seguir juicios equivocados: "In rationali vero respectu finis, stultitia, ut non afficiatur aliquis debite ad finem, et contra hanc est sapientia".

Pero no todo acaba ahí, el Angélico distingue entre la estulticia especulativa y la práctica: hay gente de muy poca inteligencia pero que saben bien actuar; hay en cambio, personas inteligentísimas que son estultos en su actuar: "Peccatum dicitur tenebra, quia intellectus obtunditur...".

En otro pasaje, Tomás distingue entre el estulto, que no asciende a los conocimientos superiores; el insipiente, que no saborea su dulzura y el vecors, a quien le falta corazón para decidirse: "Stultus, quantum ad cognitionem divinorum, insipientes, quantum ad experientiam dulcedinis ipsorum; vecordes, quia sine corde quantum ad electionem agibilium".

Pero hay otra distinción aun más grave: el insipiente puede tener conocimientos terrenos pero no los eternos, mientras el estulto carece incluso de los conocimientos naturales, terrenos:"Differentia est inter insipientem et stultum. Insipiens est qui habet scientiam humanam, et non considerat aeterna; stultus est qui non considerat etiam praesentia".

Otra característica del insipiente es creer -primero él- que todos tienen su condición: "cum ipse sit insipiens, omnes stultos aestimat". Y cuando considera la etimología, hace notar que el insipiente es el insapiente, el no-sabio, el que no saborea la sabiduría divina. 

Otra constante en los tontos es que son obtusos, es decir, lo que se opone a la agudeza; lo agudo penetra en la realidad: de ahí que se hable de "sentidos agudos" e "inteligencia aguda", que llega hasta en lo íntimo de la realidad. Lo obtuso puede inclusive ser pecaminoso y culpable.

También están los errores crasos, gordos, groseros y las metáforas de la grosería del intelecto o del corazón: incrassatus"Ideo cor populi huius, idest mens, incrassatum est, idest excaecatum".

La falta de sensibilidad también afecta al stolidus, quien no puede relacionar el efecto a su causa: "Designatur enim per hoc maxime hominis stoliditas, quod tam manifesta Dei signa non percipit; sicut stolidus reputaretur qui, hominem videns, eum habere animam non comprehenderet".

Y -recordando a Aristóteles- afirma que los stolidi por antonomasia son los celtas: "Potest autem dici insanus, sicut dicitur de celtis qui sunt stolidi".

Para tranquilidad de algunos hispanos (léase gallegos y próximos) recuérdese que los celtas ocuparon la antigua Galia y parte de las Islas Británicas, por lo que actualmente no se toma muy en serio esa relación unívoca establecida por el Aquinate. (Aunque ¿quién sabe?).

Entre las causas morales condicionantes de la percepción de la realidad, está la buena voluntad que es como una luz que orienta el intelecto, mientras la mala voluntad nos oculta y atrapa en las tinieblas del prejuicio: "... sed in nobis bona voluntas facta est quasi lucerna rusticitatis nostrae; in vobis autem malitia facta est quasi caligo scientiae vestrae".

Otro aspecto importante: hay -y es evidente- grados de inteligencia y por ende, de tontería. Resulta entonces lo obvio: el rústico no se puede comparar al sutil filósofo (por más Adrianito o Secundino que este sea): "..  sicut patet in rustico, qui nullo modo philosophiae subtiles considerationes capere potest".

Y descendemos otro escalón y nos encontramos con quién?: con el idiota. Que para Tomás significa "aquel que sólo conoce su lengua materna": "Idiota proprie dicitur qui scit tantum linguam in qua natus est". (¿Es posible que Cecilio Báez tuviera razón y seamos cretinos nomás?)

Pero la cosa sigue y el sentido se extiende como una mancha: de lo que se trata es del cultivo de la inteligencia. El idiota es el tonto no cultivado, o si se quiere, se es idiota por no cultivarse. 

Así, en el texto Contra Gentiles, Tomás opone el "intellectus optimi philosophi" al "intellectus rudissimi idiotae" y afirma que el idiota toma por falso lo que él no puede comprender. Es en general el inexpertus ("non habens scientiam acquisitam") como el esclavo ignorante del Menón de Platón. 

En un alarde casi insoportable de erudición, Tomás habla incluso de la contraposición entre atletas instruidos e idiotas, es decir, rudos sin experiencia:"Et simile est de athletis, idest pugilibus fortibus et instructis cum idiotis, idest rusticis inexpertis".
(Y aquí no me atrevo a hacer ningún comentario porque sería demasiado, excepto que no puedo dejar de pensar en los corredores de rallys y últimamente en los basketbolistas, ¿porqué será?) 

El rústico  se asombra de lo que desconoce (nde rasore, che ra á)´ y que para otros es muy conocido:"Potest autem causa effectus alicuius apparentis alicui esse nota, quae tamen est aliis incognita. Unde aliquid est mirum uni, quod non est mirum aliis; sicut eclipsim solis miratur rusticus, non autem astrologus".


La galería no ha terminado. He aquí al Imbecillis referido a la flaqueza en general (moral, de ánimo, de la fe etc.) y no particularmente a la intelectual. En todo caso, Tomás -para nuestra delicia- habla de imbecillitas intellectus, imbecillitas sensus y de imbecillitas mentis. Resumiendo: se refiere a los tardos en comprender (tavý): "Ipsorum tarditatem ad ea capienda, ibi quoniam imbecilles".

Además, imbecilidad es no superar el nivel primario de la inteligencia, no superar lo sensible y anclarse en la empiria: "Primum est imbecillitas intellectus humani. Nam homines imbecillis intellectus non valentes corporalia transcendere, non crediderunt aliquid esse ultra naturam corporum sensibilium; et ideo inter corpora illa posuerunt praeeminere et disponere mundum, quae pulchriora et digniora...".

En relación a Dios, todo somos tardos de intelecto (Dios lo conoce todo en un solo acto) y por tanto, el aprender requiere imágenes, metáforas. Un intelecto cultivado, establece conexiones de sentido propias con pocos elementos y los tardos necesitan de muchos ejemplos para entender. 

Los más tardos se resisten a atinar con la realidad y dan interpretaciones groseras: la voz que glorifica a Jesús en el Evangelio es tomada por los más groseros por trueno: "Quidam erant grossioris et tardioris intellectus, quidam vero acutioris; (...) Desidiosi et carnales non perceperunt vocem ipsam nisi quantum ad sonum; et ideo dicebant tonitruum factum esse".

El nescius es el ignorante, culpable o no:  "Sicut autem Caiphas nescius dixit: oportet unum hominem mori pro populo, sic milites nescientes faciunt".

El crédulo es superficial en el creer: "Quod esse credulum in vitium sonat, quia designat superfluitatem in credendo, sicut esse bibulum super-fluitatem in bibendo.

Recurriendo a la Santa Biblia, el versículo de Mt 5, 22 reza: "El que llame a su hermano racha, será reo ante el Sanedrín". Tomás discute los posibles significados de racha: según Jerónimo, racha indica el inanes, vacuus (cabeza vacía, hueca, sin cerebro)."Hieronymus. Vel racha hebraeum verbum est, et dicitur chenos, idest inanis aut vacuus, quem nos possumus vulgata iniuria absque cerebro nuncupare". 

(La versión más conocida por nosotros dice: "... Al que insulte a su hermano lo juzgará la Junta Suprema...").

No siempre el problema de los tontos es un problema de intelecto propiamente. Pues si bien el intelecto no es potencia corpórea, sin embargo necesita en su operación de las potencias corporales como la imaginación, la memoria y la cogitativa. Y si estas operaciones experimentan alguna dificultad derivada del funcionamiento del cuerpo, el intelecto no puede operar bien. 

"Sciendum est tamen quod, licet corpora caelestia directe intelligentiae nostrae causae esse non possint, aliquid tamen ad hoc operantur indirecte. Licet enim intellectus non sit virtus corporea, tamen in nobis operatio intellectus compleri non potest sine operatione virtutum corporearum, quae sunt imaginatio et vis memorativa et cogitativa, ut ex superioribus patet".

LOS REMEDIOS
Tras estas lacerantes y un tanto insólitas elucubraciones -los tontos siguen siendo nuestros- abordaremos los remedios que Tomás usa contra las tonterías (propias y ajenas). 

Primero, hay que recordar que entre las obras de misericordia, de las siete "limosnas espirituales", tres guardan relación más o menos directa con nuestro tema (de las otras cuatro últimamente no tengo noticias):
i) soportar a los molestos: "portare onerosos et graves";
ii) enseñar al que no sabe: "docere ignorantem";
iii)  dar buen consejo al que lo necesite: "consulere dubitanti". 
El remedio -cuando lo hay- es así: "Las deficiencias espirituales se socorren con obras espirituales de dos modos. Uno, pidiendo auxilio a Dios y para esto está la oración. (...) Contra las deficiencias del intelecto especulativo, el remedio es el estudio, la doctrina; contra las deficiencias del intelecto práctico: consilium, la deliberación y el consejo".

¿Poderemos curar  a nuestros tontos? Probablemente sí, supuesto que empecemos por nosotros mismos. 

Luis C. Simancas



[1] Basado en el artículo de L Jean Lauand, de la Universidad de San Pablo

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