domingo, 14 de julio de 2013

Salud Pública y otras yerbas

Salud Pública y otras yerbas

Luis C. Simancas

1. Políticas públicas, ¿para qué?
Las reformas del sector salud dadas en las últimas décadas, produjeron cambios importantes en las políticas y los sistemas de salud de la Región. Tanto sus bases conceptuales como las estrategias de formulación, implementación y evaluación de los resultados e impacto, son complejas y su estudio requiere perspectivas teóricas y metodológicas abarcantes, que permitan visualizar todos los aspectos  involucrados en las políticas públicas.

En castellano pueden identificarse tres significados distintos de la palabra política. Primero la política entendida como el ámbito de gobierno y de la sociedad humana (polity, en inglés); en otra acepción, la política es considerada como la actividad de organización y lucha por el control del poder (politics, en inglés); y, en la tercera, la política es conceptualizada como designio y acción de un gobierno enunciada en políticas y programas (policy, en inglés).

Toda la política pública está vinculada al poder social. En tanto, la política es un  concepto amplio, relativo al poder en general, las políticas públicas atañen a soluciones particulares de cómo manejar-administrar los asuntos públicos o situaciones socialmente problemáticas. Así, las políticas públicas se hallan ancladas en ciertas posiciones políticas, las que son factores de viabilidad y factibilidad de las mismas. Estas no son un fin en sí mismas, sino un modo de solucionar una problemática social específica. De esto puede concluirse que en la base del concepto de las políticas públicas se halla alojado el problema público a resolver.

1.1. Público-Privado
Entonces, ¿qué es lo público y qué lo privado? El concepto de lo público es considerado como el anverso de lo privado, entendiéndose  lo primero como lo que no corresponde a lo segundo, o inversamente. Ya desde el siglo XIX, John Stuart Mill, definía lo privado como lo que no perjudica a  otros.  Amparados en el  antagonismo  entre  lo público y lo privado, se podría definir lo público como lo que es de interés común o colectivo, distinto de lo privado, donde prima el interés individual.

Por tanto, un problema público configura una situación que afecta negativamente el bienestar de la población. En esta perspectiva, un problema es público  cuando un individuo o conjunto de individuos, no pueden resolverlo por sus propios medios, y es necesaria la intervención del Estado para su resolución.
 Para  que  un problema adquiera estatus de problema público requiere ser  socialmente  reconocido, debe ser percibido técnica y colectivamente como tal. Resultaría, entonces, que el problema público  es  una  construcción  con reconocimiento social, signado por el contexto donde emerge, dada su vinculación a intereses sociales, económicos, políticos, ideológicos, administrativos, ambientales, etc.

Los problemas públicos cambian de un país a otro y de un gobierno al siguiente y los medios de comunicación tienen un rol principal en el reconocimiento o no, de las problemáticas sociales. Un problema se reconoce por su magnitud, severidad, letalidad e impacto.  Para resolver un problema público –ese el objetivo de las políticas públicas--  usualmente existe un haz de posibilidades de acción. Una política supone asumir una posición, articulada con el contexto que enmarcan la toma de decisiones, las cuales siempre evidencian y designan valores.  

1.2. Distintas visiones
Tropezamos con muchos problemas públicos y con variadas maneras de interpretarlos, y por lo mismo, de resolverlos. Por tanto, además de la postura inicial, se precisa de  una serie de decisiones concernidas con la selección de metas y medios, en un  contexto determinado. Tales decisiones conforman los objetivos que integran la agenda pública e implican, casi siempre, las no-decisiones. Sabido es que las políticas no devienen como resultados de una solitaria decisión, sino de una red de decisiones que  pueden ser explícitas o implícitas, objetivadas en normas o en un conjunto de éstas.

Una decisión supone establecer un balance equilibrado entre medios (recursos) y fines, con el propósito de crear, sostener viabilidad y factibilidad a la política. En el plano del “deber ser” las políticas públicas deberían ser acciones para mejorar la condición humana, el ambiente y establecer equidad en la distribución de los recursos y la riqueza, pero no siempre se alcanzan estos propósitos. Incluso, se suele recurrir a acciones de corte simbólico (vamos a hacer tal o cual cosa y no pasan del mero anuncio), inducen a  creer que se actúa o se va a actuar.

También se implementan intervenciones no aptas para el contexto nacional, con reiteración innecesaria de programas rutinarios, y réplicas automáticas de acciones  sin debate ni evaluación, que eventualmente solo sirven para prolongar y mantener altos salarios de algunos funcionarios involucrados.

En resumen, las políticas públicas son el complejo de iniciativas, decisiones y acciones del régimen político frente a contextos socialmente difíciles, con el propósito de resolverlos, o cuando menos, tornarlos manejables.
Muchos autores atribuyen al  Estado la responsabilidad de  formular, implementar y evaluar las políticas públicas, que son consideradas como toma de posiciones ante situaciones problemáticas y requieren ineludiblemente de su intervención. En razón de ello, la legitimación del Estado y su perpetuación se concreta en y por las políticas públicas. Así es posible afirmar: “la política pública como una acción de gobierno, es lo que un gobierno escoge hacer o no hacer”.

2. Políticas públicas de salud
La cuestión de las políticas públicas con referencia al sector salud es un tema recurrente y encuentra su base en una concepción de salud determinada por variados factores sociales, económicos, culturales y políticos. Factores que influyen e incluso determinan situaciones de salud y enfermedad y que a su vez, son estructurados y condicionados por las políticas aplicadas en los diversos ámbitos del desarrollo.

Usualmente, a las políticas públicas tienen ciertas características, y algunas de ellas son:
·       Un contenido: La actividad pública se identifica por su contenido y en función de ello se movilizan recursos y configuran un problema de investigación para la acción.
·        Un programa: Una política pública no es  acto concreto aislado y responde a  un marco general que lo integra y articula en torno a un eje específico.
·       Una orientación normativa: Dado que la actividad pública es la expresión de finalidades, no puede dejar de asumir responsabilidades.
·       Un factor de coerción: Es inherente a la actividad pública la capacidad de coerción, legitimada por la autoridad legal.
·         Una competencia social: Una política pública se define por su competencia y disposiciones que afectan la situación de los administrados.

3. Fantástico y ahora qué?
Falta algo. Este razonamiento parece ser correcto, excepto por un pequeño detalle … estamos en Paraguay, otrora Gigante de las Indias, donde nada es lo que parece y lo que se dice nunca es lo dicho.

Alguien grita: “Nihilista”, se asusta y calla porque presiente que nadie –ni siquiera el propio acusado- va entenderlo. Otro, más ofuscado, farfulla algo que suena como: “antipatriota”  y también se llama a silencio porque barrunta que esta especie tampoco florece en nuestro jardín; “bolche”  se desgañita un señor que en vano trata de ocultar sus canas en un gorro negro de maquinista ruso de principios del siglo XX; “bolchevique” agrega porque recordó el vocablo correcto y luego piensa que hay algo peor :“menchevique” espeta con un resto de voz. Luego se mesa la barba y duda… es que Kerensky y su batallón de letonas le vuelve a la memoria, solo que no recuerda de qué lado estaba.

Entonces, rememora la sentencia de su abuelo: “Si dudas, toma el camino más difícil”. Y con estentórea voz grita: “Viva la Salud Pública”, acto seguido toma a su nieto de la mano y lo lleva a la escuela, para que se eduque y tenga mejores oportunidades que él.
Lo dicho, nada es lo que parece.

3.1. Avanzando, pese a todo
Progresando sobre las divagaciones, empecemos por el principio y veamos someramente el vínculo entre la Salud Pública y el Sistema Sanitario. Tal parece que la salud pública continúa dominada por intervenciones sanitarias concebidas y ejecutadas desde un abordaje biomédico, centrado en los problemas de salud y no en los Determinantes Sociales de la Salud (DSS), quizás con excepción de los estilos de vida (hábitos) relacionados con la salud, que por otra parte, suelen ser tratados con una visión reduccionista basada en la educación  para la salud, sin considerar la construcción social de las conductas.

Además, aunque la situación parece cambiar, la mayor parte de los profesionales de la salud pública provienen del ámbito sanitario, médico o de enfermería. ¿Y las Ciencias sociales? “Bien, gracias. Chau. Nos hablamos, sin falta” .

Persiste, pues, una visión hegemónica de lo biomédico, que domina el sistema sanitario, y esto excluye –de un modo contundente- la perspectiva de los Determinantes Sociales de Salud (DSS).

En buen romance significa que en la práctica concreta y más allá del discurso o el relato, los DSS casi en nada se relacionan con el Sistema Sanitario. Y no importa cuántos cursos hagamos porque la hegemonía biomédica persiste  –casi por inercia- en todo el sistema, por lo que el aporte de las Ciencias Sociales no informa la práctica de la Salud Pública.

3.2. Así nomas…
Por otra parte, la Salud Pública en el Paraguay, se concreta en Programas ([2]), que incluso pueden o no, responder al relato de una Política de Salud, y siempre tienden a resolver un problema.

Que lo consigan es harina de otro costal. En este punto, es ineludible hacer mención a la programación sanitaria,  o si así se prefiere, a la mentada programación socio-sanitaria., tal y como se ha concretado en los planes de salud de todo el periodo de transición, cuando menos. 

Algunos modelos interpretativos parecen construidos como una suerte de mediación entre un “tipo ideal” y la descripción de la realidad empírica. Señalan o apuntan a diversos criterios subyacentes en los Planes y Programas de SP.

Esto permite identificar algunos puntos problemáticos, tales como el enfoque casi exclusivamente terapéutico de la salud, la falta de integración socio-sanitaria, los intentos de reforma siempre focalizados en los servicios y –no olvidar- la irritante verbalización de los Determinantes Sociales de la Salud (DSS), inexorablemente degradados y desgajados de los servicios.

Estamos pues  –entre otras-- ante una crisis de la planificación, y no pocos expertos, presos de un nihilismo paralizante, renuncian incluso a la posibilidad de  actuar con un enfoque omnicomprensivo de intervención y se limitan a programas semi-encapsulados, cada uno con su propia lógica de reproducción.

Incluso para acceder al debate sobre la SP  es necesario referirse a la reglamentación de las estructuras y de los servicios, y por ello se visualiza como relevante la aproximación medíco-terapeútica, ocupada primordialmente en la disminución –que no la eliminación - de patologías. Así, nos situamos en la concepción de salud como ausencia de enfermedad, a sabiendas que es una posición limitada y no responde a la problemática social inherente.

Tal parece, que para elaborar planes en el corto plazo, es inevitable instalarse en una perspectiva médico-terapéutica, y una vez cumplida esa fase se podrá realizar un planteo “más” social.

Este proceso señala una lógica de intervención incremental, que tiende a hacer permanentes determinados procedimientos, que fueron concebidos como  esencialmente temporales. Son como invitados a tomar cosido negro y luego pretenden quedarse a vivir en casa. Es así que usualmente lo logran, incluso no pocas veces  te desalojan y se apropian de ella. Con título y todo.

La irresolubilidad de esta estrategia se demuestra en los sucesivos planes de salud aparecidos en los últimos años, que reiteran el equívoco de igualar medicina y sanidad.

Mientras la reglamentación de las estructuras abreve en normas prescriptivas y no se abra un espacio para ver, entender comportamientos reales, persistirá esa falencia en la programación sanitaria.

En esta perspectiva, el cambio inercial –no guiado, no orientado-- es casi la única posibilidad de innovación, con lo que se termina reforzando el mismo orden burocrático que se pretendía reformar.

La falta de control y retroalimentación es histórica y colosal, acaece naturalmente como el trascurrir del tiempo, existe a lo largo y lo ancho de todos los planes y programas.

Usualmente los controles y el sistema de financiación están ligados a la rendición de cuentas y no se hallan vinculados al funcionamiento y resultados de los servicios. La única evaluación prevista es la del gasto económico. Resumiendo: es un viva la Pepa! dicho sea con el mayor respeto.

Existen cifras por cierto, pero nada más incierto que los números en salud. No por incapaces sino hecho a propósito, para que nadie sepa qué medicamentos existen, qué hace falta, cuántos salieron, quienes los retiraron, quienes lo consumieron y a qué efecto.

Pero … siempre hay un pero …existe un grupo que lo sabe y se beneficia con el desconcierto.

¡Caramba! Mejor cuento un cuento,  y empezaba así: “Había una vez…”
Por supuesto, esto es lo dicho que jamás dije.




[1] Luis C. Simancas, sociólogo iconoclasta y conservador
[2] Queda pendiente lo que se deba entender por “Programa”, a efectos prácticos se asume que más o menos entendemos lo mismo, aunque esto mismo pueda ser “nada”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario