Hola, Monseñor
100 días y…
A
Fernando Lugo
(Observación pertinente: lo que sigue no está elaborado
desde el poder o desde un saber especial, sino como simple ciudadano que habla
con su presidente. Nada más, nada menos. Desde luego que se reconoce un ingente
caudal de aciertos, talentos, buenas intenciones y mejores personas, pero se
señalan los aspectos menos luminosos)
El buen
manejo de un gobernante, más allá de la influencia positiva o negativa del
contexto, depende primero de la capacidad personal de gobierno, esto es, del
conjunto de conocimientos que logra poner en práctica el titular del ejecutivo;
y en segundo lugar, de la capacidad institucional de gobierno, es decir, del
capital colectivo organizativo que pueda disponer y movilizar.
Es
parecida a la relación que existe entre un instrumento y quien lo haga
funcionar. Alguien con pocos conocimientos no sabrá aprovechar al máximo la
capacidad de la máquina y desperdiciará su potencial, en tanto que un experto
solo está restringido por las limitaciones estructurales de la misma. Hay una
enorme diferencia, porque el gobernante con conocimientos y experiencia, sabrá
cómo repotenciar a su equipo y adecuarlo de la mejor manera. Sabe que es
prioridad número uno.
Es
insólito que un presidente – Monseñor, eso eres- se muestre impasible y glacial
ante la baja calidad de su propia Oficina Presidencial, de la jefatura de
Gabinete y de la Secretaría Técnica de Planificación. Con ello demuestras una muy
cuestionable capacidad personal de gobierno.
Esa
curiosa limitación quizás te impida comprender que el éxito o el fracaso de tu
gestión, pudiera depender de la capacidad para mejorar radicalmente tus
herramientas de trabajo en los primeros
seis meses de gobierno. Han pasado casi noventa días y no lo haces. Solo
pareces más distante, con el rostro inescrutable, o como decía el finado Helio
“con cara de poker”: difícil de descifrar. Y sucede que no estamos jugando.
Hay
escepticismo, cuando no confusión, sobre el concepto que tiene un sector de la
sociedad sobre tu capacidad personal de gobernar y tu objetivo final. La
inteligencia, la voluntad, la honestidad, tu elocuencia en guaraní y tu
experiencia, no producen necesariamente alta capacidad de gobierno. Son
condiciones necesarias pero no suficientes.
La
política (vaya si lo aprendiste) es un arte, pero no un arte que muestre
resultados razonables, dislocado de las ciencias y técnicas de gobierno. Ningún
arte prescinde de las ciencias.
La historia
nacional y regional está llena de ejemplos de políticos con baja capacidad
personal de gobernar, aunque con experiencia aceptable y buena formación
intelectual. El gobierno y la política tienen su cuerpo de conocimientos. Y solo
se puede hablar de una capacidad personal de gobierno, de experticia, cuando se
combinan el valor intelectual con la experiencia adecuada.
Las crisis
La capacidad
personal e institucional de gobernar se somete a pruebas todos los días en el
tratamiento técnico-político de los problemas emergentes. Pero es en la crisis,
cuando las condiciones son adversas, allí es donde se prueban el dirigente y su
equipo.
Una
crisis cambia el eje y el ritmo del proceso, y ambos son en gran parte resultados
de imprevisiones y errores de liderazgo.
En la
crisis todo se acelera y las urgencias que atenazan, suelen derivar de decisiones
y omisiones leves, que en principio parecieron irrelevantes o de las sorpresas
que no se anticiparon y para las cuales no se tienen planes de contingencia.
Además,
las sorpresas, las decisiones tomadas y mal manejadas, tienen consecuencias:
crían nietos, tataranietos, incluyendo ahijados de toda laya y pelaje, hasta
que se pierde el control parcial o total
de la conducción. Así, los planes centrales de gobierno pasan a la
trastienda y las urgencias no previstas ocupan todo el escenario. Todo el tiempo
físico y el mental.
Es necesario saber, admitir, creer, que
detrás de cada crisis hay una incompetencia o un incompetente. Puede que ambos. En su inicio, los grandes errores que
generan crisis parecen menores y su evolución los amplifica. Esto por varias
razones:
·
Puede que el
cálculo prudente y la capacidad de razonar, se empañen; al mismo tiempo, se
achica el radio de nuestro foco de atención y crece el de nuestra ceguera.
·
Se pierde
calidad y oportunidad de la información, porque los hechos se suceden a una
velocidad mayor que el flujo procesable de nuestra información.
·
Se merma en la
efectividad de la gestión, porque se pierde parte de la posibilidad de orientar
el sistema, de gobernar.
·
Es posible que
se pierda la voluntad y el coraje para enfrentar la adversidad y así somos
presas fáciles del pánico o del inmovilismo. Sobre todo, cuando más allá de las
personas honorables que te asesoran, le haces caso a alguno de los cortesanos
timoratos que te rodean, o peor, cuando escuchas a ciertos mafiosos que están
cerca tuyo, demasiado cerca, demasiado mafiosos. (Y por favor, no me ofendas
pidiendo nombres o pruebas, porque vos y yo -cualquier persona informada- lo
sabemos)
·
Puede que
pierdas “el poder de la escucha”, que se dilapide o se rechace la comunicación
con otros actores, sabiendo que ello implica escuchar y responder, o mejor, dar
soluciones o marcar rumbos. Perder la escucha activa es acrecentar la
posibilidad de equivocarse.
·
Puede que
quieras escuchar solo lo que te agrada o sea próximo a tu parecer. Si fuera
así, es el principio del fin, porque estás voluntariamente fuera de la
realidad. Y es el campo específico de los cortesanos oportunistas.
·
En el mejor de
los casos, quizás se está preparado solo para funcionar en situaciones
normales. Y en las crisis, puede ser escasa o nula la capacidad inmediata de
aprender para superar tales situaciones.
·
Curioso, pero
puede faltar un lugar seguro y apropiado para procesar las crisis, y por ello
sentirse desprotegidos. El Palacio y Mburuvicha Roga siempre estuvieron “cableados”
y probablemente seguirán así. La inseguridad, la desinformación, la falta de
sistematicidad, pueden afectar seriamente el buen juicio. Un Bunker es
necesario.
·
Pueden empezarse
a mostrar debilidades que alimenten la crisis. Es el caso de las burlas
coloradas y de PQ sobre tu capacidad de gobernar, con estereotipos machacones
que al final parecen tener un viso de verdad.
·
La increíble
relación o la falta de ella, con el vicepresidente, es fuente permanente de
comentarios negativos, que lindan el ridículo y erosionan al gobierno. Dale una
solución a ese tema. Perdónalo. Eso seguro que puedes hacerlo.
·
La crisis
política no es capaz de resolverse por sí misma y ello implica que se ha
perdido el interés por resolver los asuntos comunes.
·
Existe un angostamiento
del ámbito de la política: la derecha encerrada en una visión rígida y
limitada, y la izquierda cree que el historicismo, el mesianismo o la
violencia, pueden suplantarla.
·
El sentimiento
de inutilidad de la política, porque con los partidos “ya nada se puede hacer”.
Y si rechazamos a los políticos y a la política por inútiles ¿con qué los
reemplazamos? ¿Con Elvio, con Odilón, con Belarmino quizás? ¿Cuál de las
organizaciones campesinas pude reemplazar al Partido Liberal? ¿Qué ONG puede
suplantar al Partido colorado?
·
Sin la
política no es posible justificar por qué vivimos juntos. Sin la política no es
posible justificar el vivir en sociedad. ¿Para qué? ¿Por qué vivir en una
sociedad que nos oprime?
·
La
desaparición del sentido de comunidad supone el abandono de la voluntad de
alcanzar un destino común, donde
tengamos cabida todos, sin exclusiones.
Algo de historia
Matus
refiere que la historia regional señala tres puntos de errores entre los
gobernantes:
1.
El error de imprevisión:
Una
pequeña desviación inicial, casi imperceptible puede conducir a decisiones poco
acertadas, muy lejos del objetivo propuesto. Y usualmente responde a fallas en
la calidad de la decisión tomadas en
situaciones problemáticas pero en épocas de normalidad. Y sabido es que la
normalidad reduce la sensibilidad ante el peligro. El vértigo de la victoria
nos impide identificar las amenazas.
2.
El error de reacción:
Generado
por la baja voluntad y la deficiente capacidad de procesamiento de los
problemas y de la información correspondiente.
3.
El error de descontrol:
Producto
de la velocidad y sorpresas con que dispara una crisis y de la falta de
preparación para tomar decisiones correctas bajo presión.
El
primer y el segundo error refieren a un deficiente sistema de planificación y
de deliberación en el equipo de gobierno. El tercero indica la inexistencia de
un saber respecto al manejo de crisis o en todo caso, de existir es de muy mala
calidad.
Parte
de la cura se llama “Planificación Estratégica”. Es algo que te falta.
La diferencia
Antes
de las elecciones, cuando los grupos de poder no creían en la posibilidad de
una victoria, entrevisté a unos representantes de organismos multilaterales
-que por lo demás habían preparado la agenda pensando en la victoria de Blanca-
y me preguntaron cuál sería la diferencia entre un gobierno colorado
oficialista y el de la APC y les respondí: “no robaremos”.
El
supuesto es el siguiente: como sociedad tenemos una capacidad determinada de
gobernarnos, y no importa quien gobierne esa capacidad no va a variar. Entre
otras cosas, porque un alto porcentaje de los técnicos-burócratas son
colorados. La diferencia está que nosotros no robaremos y además intentaremos
hacer bien las cosas.
Eso
mismo te puse en la primera página del Programa de la APC, tan poco reconocido
en ese entonces, y lo adoptaste como slogan: “No robaremos”.
La
cuestión es que siguen robando como en las mejores épocas de Nicanor.
Esa es la puta diferencia que no supimos
marcar.
Cierto.
No podemos cambiar a todos. Pero desde el vértice del poder, esto es, desde la
Presidencia, el mensaje debe ser claro: “no
hay impunidad”.
Y el
mensaje, si existe, no llega. Y si lo hace, no se cumple.
Soy
Luis C. Simancas, ciudadano paraguayo y te demando cumplas lo que prometimos.
Adiós, Monseñor
Escrito el
12/11/08 y entregado el 20/11/08
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