Papá y los hijos varones
Un relacionamiento difícil
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Advertencia
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Ésta
es una charla sobre los padres y sus hijos varones, que elaboré a pedido de
algunos jóvenes de Schoenstatt, en Junio de 2000 en el Santuario Joven. Como
estaba escrita a lápiz, a la usanza antigua, uno de los participantes (luego mi
yerno Luis E.) me instó a que la “pasara en limpio”, esto es, que la
imprimiera. Y es lo que haré, porque después de 11 años mantiene una inesperada actualidad. Además, varios de ellos
–todos quizás- se convirtieron en padres a su vez. Así, este trabajo o como
quieran llamarlo, es en homenaje a estos jóvenes de antes y de ahora, y de las
vicisitudes del pasaje de la filialidad a una nueva paternidad.
Eran hijos y ahora son padres también.
Veamos pues, cómo les va de este lado del escritorio.
Como
el documento original era simplemente una guía, traté de mantenerme fiel a la
idea primigenia, pero algunos matices y vivencias que se dieron en medio de la
charla y del clima que se generó, no pueden ser recreados y solo pertenecen al
campo de la memoria, supuesto que algún recuerdo hayan guardado esos jóvenes
brillantes, inquietos y un tanto desapacibles de por aquel entonces.
Finalmente,
este no es un trabajo académico sino un intento de comunicación esencial y me
considero eximido de citar las fuentes con precisión y según normas. Intento servir a la vida y no a
reglas abstractas. No obstante, se consigna la bibliografía, aunque su
identificación en el texto es y será, una tarea pendiente.
Prólogo
Un aspecto central de la
crisis de nuestro tiempo se relaciona con la desvalorización sistemática y
creciente del rol del varón, especialmente en su rol de padre. Una de sus
manifestaciones más evidentes es el déficit
de la imagen del padre como modelo de vida, lo que induce a una
reflexión —algo sistemática- sobre el problema. Pensar sobre el sentido y el
significado de la paternidad se ha convertido en una necesidad a satisfacer.
En cierto modo, hablar del
padre es referirse al principio constitutivo de la sociedad humana, ya que, de
algún modo, es símbolo y depositario del poder y la autoridad. Al encarnar la
ley, se convierte en el principio básico de estructuración de la personalidad e
incluso, en vía de acceso a la cultura.
Cuando el Padre Kentenich
dice que “la tragedia del mundo actual es, en el fondo, la tragedia del padre”
se refiere a que el proceso de extrañamiento del sentido de la vida corre
parejo al obscurecimiento del sentido de lo religioso, concretamente a la falta
de una experiencia radical de filialidad ante Dios. Así, una sociedad “sin
padre”, apunta al absurdo de pretender una “fraternidad sin padre”. En
realidad, la fraternidad —que es filialidad- no puede sino fundarse en la
paternidad, de ahí que vano se busca la una sin querer la otra.
No existe ser humano que deje
de recibir una fuerte influencia de su padre o de una figura paterna
substituta. Buscar una acción más auténtica, sabia e inteligente del papel del
padre debe, entonces, afectar positivamente a la sociedad global. El supuesto
es que un mejor ejercicio del rol paterno, podría incluso eliminar o disminuir
algunos de los problemas sociales que nos afectan de modo creciente: pérdida
del sentido de la vida, comportamientos desviados, diversos tipos de
delincuencia, uso de drogas, intolerancia, y persistente recurso a la
violencia, entre otros.
Los roles sociales de las
figuras parentales cambian porque la sociedad evoluciona, y la figura paterna está
inmersa en este cambio. En la década de los sesentas, la figura del padre solía
ser como una figura entre “sombras”, la madre era la figura central durante los
primeros años de vida del niño. Era la responsable de dar toda satisfacción y seguridad, la única capaz
de interpretar y responder adecuadamente
las sonrisas o el llanto del bebé. Se la suponía dotada de un mecanismo natural asociado a la maternidad, algo
que se denominaba “instinto maternal”, en tanto que al hombre se le atribuía
únicamente el “cariño paterno”.
Lo que dijimos en esa reunión
fue más o menos así:
Introducción
1. Vengo como papá. No
como sociólogo. Vengo como papá schoenstattiano y no simplemente como padre. Al
hacerlo, involucro necesariamente a mi papá –ya fallecido- a mis hijas y a mí
mismo. Lo mismo que Uds. pensarán en sus papás y en sí mismos. Exponemos,
mostramos, lo más íntimo de cada uno. Eso requiere respeto: es lo que ofrezco,
es lo que exijo.
2. Tampoco vengo como
“modelo”. No hablo desde el poder y la seguridad de algo conquistado, cumplido,
sino desde la incertidumbre, de algo que todavía está en construcción.
Por las características
del tema, es inevitable la auto-referencia. Debo hablar de mi padre
(recordarlo, revivirlo, resentirlo), de mí mismo, de la relación que tuve –o
tengo- con él y del vínculo con mis hijas. Y cada uno de nosotros tendrá que hablar
de –o referirse a- su relación
paterno-filial. Así funciona esto.
Desarrollo
3. El Rol de Papá: es el más importante que podamos desempeñar en toda
nuestra vida. Es el lazo, el vínculo del varón con el futuro:
i) los varones buscan
en su papá, modelos de rol, aún
cuando no parezcan muy cercanos o interrelacionados.
Buscan cómo ser varones y cómo ser padres. Hoy,
el concepto de paternidad y la práctica concreta inherente, se hallan casi
exangües y nos refieren a una realidad erosionada, sufrida y doliente, cuya
función central —ser modelos de rol- se torna cada vez más incierta.
ii) Papá envía mensajes. No por escrito, no sólo con
palabras, sino con su manera de ser, con su estilo de vida, con su
comportamiento cotidiano, con sus miradas, gestos y actitudes. Con lo que dice
y, a veces –con más fuerza-, con lo que no dice. Conviene apuntar desde el inicio que la imagen paterna (IP) es
percibida desde la “conducta” adecuada o
no a un rol específico, casi con prescindencia del factor biológico. Se es padre cuando alguien se comporta como tal, y no simplemente por
prolongación biológica del acto de engendrar.
No se es padre por fatalismo biológico, serlo requiere de una explícita,
permanente y actualizada decisión de comportarse como padre, esto es, adecuar
la conducta al rol que se asume por elección propia. No pocos hombres demuestran
signos de confusión frente a la relación de intimidad con sus esposas, hijos y
aún con sus propios padres. Tarde o temprano, es en el terreno de la
convivencia íntima, del amor, donde emergen el dolor y las grandes
frustraciones de un rol aprendido, asumido, proyectado y restringido
básicamente al de proveedor que
solventa las necesidades materiales
18.
La dinámica relacional entre padres e hijos conforma la actitud ante la
intimidad y genera conflictos que deben ser enfrentados. Para comprender los
sentimientos profundos de los hombres sobre el amor o el trabajo, tiene
especial importancia discernir los aspectos no resueltos del vínculo filial
iii) Algunos papás son modelos negativos de rol. Suele suceder
que muchos jóvenes se rebelan contra esos modelos negativos, más allá de si
objetivamente lo son.
4. La identificación de un hijo con el rol de
su padre y la aceptación del mensaje paterno dependerá:
·
que el hijo quiera de verdad a su papá;
que lo ame.
·
que papá envíe mensajes desde una
posición de cierto éxito, sea profesional, emocional o simplemente de
personalidad (un cierto carisma).
·
que la relación entre padre e hijo sea
razonablemente buena.
·
que la mamá induzca al hijo a la
aceptación del padre como modelo. ([1])
5. Mapas cognoscitivos: es un conjunto de percepciones, esperanzas y
sueños, que un papá tiene acerca de su hijo; y también el conjunto de
expectativas que un hijo tiene respecto a su papá.
i) la visión
(percepción) del mundo de papá se estructura antes que la de su hijo. El mapa cognoscitivo paterno, esa imagen
de cómo es o como debería ser su hijo, precede al plan de vida –propio- del
hijo. Estas dos perspectivas pueden chocar o estar en armonía.
ii) Papá ¿por qué es tan importante para vos que
yo tenga éxito en tus propios términos?
Los hijos deberían
preguntarse ¿por qué un padre tiene un concepto –claro o no- sobre lo que serán
o deberían ser, sus hijos?
¿Por qué eso es tan
importante para la mayoría de los padres?
iii) Padres e hijos, no
siempre se comunican de manera abierta, franca, acerca de las expectativas
mutuas. Por tanto, otro elemento a considerar en la mezcla o choque de
mapas, son las motivaciones,
conscientes o inconscientes, de padres e hijos.
iv) Cuando padres e
hijos destruyen –o parecen destruir- el sueño del otro, esto conlleva
decepción, desencanto y conflicto.
A modo de ilustración,
un psicólogo judío-alemán que, como hijo, no llenó las expectativas de su padre,
decía:
“Mi
padre estaba básicamente insatisfecho con mi tamaño y aspecto. Me molestaba de
manera constante. El deseaba más un hijo ario enorme que reforzara su ilusión
de no ser judío. De hecho, él era mitad judío y en ese momento en Alemania, era
muy importante no ser judío de ninguna manera. Por supuesto, las consecuencias
reales eran peligrosas. Yo no llenaba su idea de cómo un hijo debería ser (el
mapa cognoscitivo del padre). Nada de lo
que hacía era suficiente. Él quería que fuera atlético, pero era demasiado
pequeño para la mayoría de los deportes. Entré, de hecho, al equipo de
natación. Mi padre sólo pareció en un encuentro en el cual, casualmente, yo
gané. La reacción de mi padre no fue ensalzar mis virtudes de ganador sino
señalar qué terribles eran los otros nadadores. De este modo, él descartó
cualquiera de mis logros.
A
pesar de estos desaires, mi padre era generoso con las cosas materiales. Quizás
lo hizo para compensar por la aprobación que nunca me dio en otras áreas de mi
vida. Era indulgente conmigo: me dejaba beber, ir de parranda, etcétera, como
para pagarme lo que no podía darme a nivel emocional. Nunca obtuve su
aprobación por la forma en que era.
Mi
padre se consumió en el sueño de convertirse en parte de las clases
privilegiadas. Se casó con mi madre porque ella era cristiana y además condesa.
Dado que yo era pequeño de estatura y, a sus ojos, con aspecto de judío, me
rechazó toda su vida. Nunca nos comunicamos acerca del tema. Solo es hasta
ahora, que soy psicólogo, cuando puedo confrontar este asunto. El sueño más
importante de mi vida fue su aceptación, la cual nunca obtuve”.
Estilos
paternos
Como resultado de
múltiples factores socio-culturales, todos los hombres desarrollamos estilos
paternos únicos. La mayoría de los padres, atravesamos períodos obscuros, de
amor-odio con nuestros hijos, pese que a que nuestra disposición básica, constante,
sea de amor incondicional. Aunque no existan en realidad estilos paternales
químicamente puros, a efectos analíticos es pertinente una categorización, que cuando menos determina prioridades en los tipos de padres.
Todos
los hombres son hijos, pero no todos se convierten en padres.
A guisa de ilustración:
“Cuando
trabajaba en el área social (que no se refería a los bailes y otras
liviandades) del desaparecido diario La Tribuna, resolví hacer
entrevistas no usuales en ocasión de celebrar el día del Padre. Se
entrevistó al Padre Antonio Cops sobre el significado de la paternidad
espiritual y su proyección práctica en la vida cotidiana. Sin pretender una
fidelidad extrema a sus palabras, decía más o menos así: “El rostro de Dios se
hace visible (o invisible) en el rostro de los padres (o en quienes hagan ese
rol). Pocas situaciones influyen tanto en el ser humano como la experiencia
familiar y es ampliamente aceptado que el vínculo paterno-filial es importante
en la conformación de la personalidad. Son los que “introyectan”, implantan los principios de realidad y constituyen la experiencia fundante de la
identidad personal”.
Al respecto dice el P. Kentenich “Sin
profundas vivencias filiales naturales en relación con un padre real o
espiritual, normalmente es extraordinariamente difícil adquirir la
correspondiente vivencia religiosa, la vivencia sobrenatural de la paternidad,
la correspondiente imagen de Dios Padre”[2].
Antiguamente, se llamaba “Abba” a los maestros espirituales, porque tenían el
“don” de la paternidad espiritual, y podían engendrar vida espiritual.
También
entrevistamos al papá de un niño diferente, “down”, quien consideraba a su
hijo un verdadero regalo de Dios. Era
tan diáfano y sin malicia que traía la buena nueva y, en cierto modo, él era la
buena nueva. El titular del periódico rezaba: “Me siento un elegido de Dios”, y el papá lo decía con absoluta
convicción. Tanta fue la repercusión que el Nuncio Apostólico de la época pidió
conocerlo. El encuentro se realizó y al parecer la reunión fue altamente
gratificante”.
La idea era mostrar los distintos modos de
vivir la paternidad.
En todo caso, los papás
debemos evitar a toda costa, que nuestros hijos puedan decir, sentir o pensar:
“Conocí
el dolor de ser su hijo”.
6.
Padre Cobijador, sano, nutriente: es sano porque provee a las necesidades de su hijo antes que a
las suyas. Capaz de darse a sí mismo. Tiene el don de la “oblatividad”. Su hijo
es el eje central. Entiende que ser padre es una experiencia trascendental,
única:
“Era
adorable y yo tenía este amoroso y enternecedor sentimiento de dicha que él me
daba por su mera existencia”.
7.
Padre Camarada: cambian el rol de padre por el de
“camarada” o “compinche”:
“Yo
buscaba un padre y me encontré con un amigo que no quería”[3].
Lo positivo es que
siempre juegan con los hijos y así, de algún modo, están (presentes).
Generalmente, no asumen su rol de padres porque no se perciben a sí mismos como
superiores a nadie (ser excelente en algo) o no se creen capaces de controlar a
alguien. No despiertan respeto en el hijo, ni ofrecen un rol dominante para que
su hijo aprenda a ser padre. Usualmente, carecen de motivaciones fuertes, no se
orientan hacia grandes logros y suelen ser dominados (sumisos) por su esposa. Suelen
compartir en demasía sus problemas con sus hijos y los obscurecen con una
visión desastrosa y deprimente del mundo.
8.
Padre Macho: se basa en una idea exagerada de lo
que constituye la masculinidad. El hijo es una extensión del propio yo y se
halla muy atado (expectante) al desempeño de su hijo, en la medida en que esto
se relaciona con sus propias necesidades egocéntricas. Intenta convencer a su
hijo que la rudeza es un rasgo masculino básico, o que –probablemente- sea el
único necesario de fomentar. El hijo suele tener problemas para satisfacer los
requisitos que el estilo de su padre le demanda A veces emplea técnicas de
producción de culpa y/o retiro de afecto.
Características de los hijos de un padre
macho: i) copia, solo trata de emularlo;
ii) rebelde, niega todo lo que su padre quiere y hace; iii) pasivo-agresivo,
obedece pero con hostilidad.
9.
Padre Egocéntrico: cumple su rol de manera encantadora,
casi carismática, pero egocéntrica. A veces sufren de psicopatía
situacional, actúan de modo frío y calculador debido a su inserción en una
sociedad competitiva, más que como
expresión de una personalidad básicamente psicopática.
Suele desaprobar
fuertemente a su hijo, cuando este
adopta conductas o tiene desempeños no acordes a su pensar. Se suelen consumir
en sus propias necesidades de validación personal.
FASES DE INTERACCIÓN PADRE-HIJO
10. Fase I. Mezcla del
YO.
El Padre tiene una
relación muy cercana con el hijo. Desde la infancia hasta la niñez.
·
Aunque hay dominio de la madre, los
hijos “observan” a su papá.
·
Los papás que se relacionan diariamente
con las necesidades básicas de sus hijos, tienden a mezclarse con los egos de ellos, quienes buscan
aprobación o desaprobación.
·
El proceso de paternidad no es una vía
de sentido único, de papá a hijo. El impacto de un hijo en la personalidad del
padre puede ser muy importante.
11. Fase II-
ADOLESCENTE
El hijo, para ser él
mismo, empieza a alejarse de la relación mezcla del yo, pero desea la
seguridad de que su padre estará allí cuando lo necesite. Tiene que caminar por
sí mismo, convertirse en una persona y definirse en sus propios términos. Se
relaciona más con sus compañeros (sus pares) y de un modo más cercano.
·
Muchos papás se comportan de un modo
tonto en este periodo y convierten un proceso de individuación natural en algo
terrible.
·
“Quién
es este. Dónde está mi chico. A este no lo conozco. No sé quién es”.
·
Este es un punto crítico, de inflexión,
y si no se maneja bien o no se resuelve en algún momento, puede volverse un
desastre de por vida.
·
Esta Fase es un periodo de socialización,
durante el cual el hijo comienza a desarrollar su propia identidad, tanto con
respecto a su padre como a la sociedad en general..
·
Un “enemigo natural” es el padre. (Ver
estilos paternos).
Puede que padres
inmaduros o emocionalmente endebles, reaccionen en defensa de débiles “egos”, y
así, es probable que el adolescente reciba una respuesta disciplinaria
inconducente. En tanto, un padre compasivo, amoroso, admitirá que su hijo
experimente nuevas emociones, como un elemento más del proceso de crecimiento y
nunca tendrá reacciones punitivas. Es una ayuda para su hijo adolescente, en
una difícil transición entre la infancia y el hombre.
12. Fase III - AMISTAD DE HOMBRE A HOMBRE
·
Cuando una relación paterno-filial no
está muy contaminada, permite que se conviertan en amigos (iguales) que se
guardan mutuo respeto.
·
Comparten experiencias de resolución de
problemas y disfrutan de una amistad productiva.
·
No siempre se alcanza esta relación. A
veces las relaciones se dañan de modo irreparable o quedan empantanadas en
alguna fase no resuelta.
Carta al Padre
muerto
Hace cinco años que murió,
pero el poeta-hijo está aún esperando escucharlo decir:
“MI HIJO, MI QUERIDO HIJO”
y lanza una feroz acusación
“¿Comprendes ahora que los padres /
que no aman a sus
hijos/tienen hijos que no pueden amar?”
Y con doloroso estoicismo
decía:
“No fue tu culpa/ tampoco la mía/
yo necesitaba tu amor/
pero me
recuperé sin él/
Ahora ya no necesito nada”
”A veces, los papás no pueden dejar
ir a su “niño pequeño” y los
mantienen en una relación subordinada que no les permite crecer y ser ellos
mismos.
·
En general, los padres inseguros tienden
a mantener dependientes a sus hijos. Luchar por mantener el control casi
completo que se tuvo cuando eran niños. Es mala paternidad.
EL PADRE HERIDO
13. Es el sentido
interno de masculinidad que los hombres llevamos dentro. Es la imagen interna
del padre que, según el tenor de la relación, puede ser crítica y exasperante o necesitada y
vulnerable. Cuando un papá dice que no puede querer a sus hijos porque a él no
lo quisieron lo suficiente, es el padre herido quien está hablando (ver
recuadro anterior).
14. Tres aspectos de
nuestra imagen de padre herido:
i) el hijo puede
recordar al padre herido con tristeza, incompetencia o rabia, factores que
dominan (condicionan) su imagen de hombre;
ii) como provocando
heridas, al evocar la pérdida y los sentimientos de necesidad que experimentaba
al ser rechazado o sentirse desilusionado del padre;
iii) el hijo puede internalizar
imágenes y recuerdos distorsionados o idealizados del padre, mientras lucha por
elaborar o sintetizar su identidad como hombre.
15. El padre herido internalizado,
es resultado de la “experiencia” que tiene el hijo acerca del padre, mezcla de
fantasía y realidad, que no siempre se corresponde con lo que el padre
realmente era (o es), ni tampoco a lo que eventualmente ocurría en la familia.
No hablamos de realidad literal.
Y para comprender esto
es importante analizar el impacto psicológico que se produce en el niño por
efectos de un padre ausente. A medida que crecemos, todos debemos separarnos (diferenciarnos) de papá y mamá.
No es razonable pretender que los problemas de separación (individuación) se
relacionan más con uno de los padres.
Todos tratamos de comprender la realidad
de ambos, de mamá, de papá, y la propia, y se debe asumir que el clima familiar
–que es dinámico- lo construimos entre todos. Por cierto, hay problemas
específicos de cada uno. La ausencia física o más frecuente, la psicológica,
complejiza la relación padre-hijo. Cuando papá no está, hay que explicar porqué
no está. Es necesario dar cuenta de la ausencia, porque es fácil que el hijo
internalice imágenes erradas o distorsionadas del papá. Este es un punto axial,
aquí es donde los hijos empiezan a idealizar o a denigrar al padre.
Al parecer la
vulnerabilidad masculina basada en la experiencia del padre, reside en nuestras
fantasías y mitos para explicarnos por qué él no está. Esta cuestión debe ser
resuelta, y quizás entonces, se podrá internalizar una imagen “sana” de padre.
16.- El mito de Odiseo:
necesidad de Sanar al Padre Herido
“Yo
soy el padre que faltó en tu niñez.
Y
por el cual sufriste el dolor de la falta. Yo soy él.
¿No
es magnífico ser arrasado por el asombro
Frente
a la presencia de tu padre?
Ningún
otro Odiseo vendrá jamás, ya que él
Y
yo somos uno, el mismo”.
La
Odisea-Homero-Ulises-Libro XVI
El mito de Odiseo nos
advierte del dolor del padre y del hijo, es una lección para nuestro tiempo.
i) El barco de Odiseo
(Ulises) desaparece durante el viaje de regreso (guerra de Troya) y todo el
reino asume que ha muerto.
ii) Penélope, esposa y
reina de Ulises, se ve asediada por pretendientes que desean conquistar la
corona, mediante el casamiento.
iii) Telémaco, hijo de
Penélope y Ulises, joven, no sabe qué actitud asumir, no sabe cómo defender a
su madre. La llegada de su padre impulsa a Telémaco a logar un sentido de la
masculinidad, fuerte y confiable.
17.- Este es el
mensaje: para que un hombre crezca, debe encontrar la bondad, la fuerza, en
su propio padre. Debe encontrar incluso heroísmo, en una figura que apenas
conoce.
La alternativa es
dejarse dominar por las imágenes viles y degradantes de la masculinidad
representada por los pretendientes de su madre Penélope.
18.- Ulises y Telémaco
matan a los pretendientes. Es una metáfora. Ulises le enseña a su hijo a ser
hombre y lo hace confiar en su propia fuerza.
Necesitamos al Padre
Nutriente que nos ayude a definir la fuerza (virtud) masculina en un mundo
cambiante y caótico.
19. Sanar al Padre
Herido implica reconciliación entre Padre e Hijo. Mientras “no conozcamos” al padre, lo aceptemos tal como es, como fue, y
como –posiblemente- será, es difícil que podamos crecer y convertirnos en
verdaderos padres de nuestros hijos.
Esta es la tarea: sanar al padre herido interno.
20. Cuando la figura
del padre se torna más débil y obscura, se convierte en instrumento de esas
fuerzas sin luz. En el vacío del padre, se instala una agencia de propaganda
que lo convence de la obscuridad permanente del padre.
¿Qué puede hacer el
hijo? Sabe que mamá no va a redimir a su padre. El único que puede hacerlo es el hijo. La tarea es sanar
al padre herido interno. Reconciliarse, aceptarlo, amarlo tal como es. Y
además, debe descubrir en él –y solamente en él- algún rasgo positivo, una luz
por pequeña que sea, una fuerza, una actitud aunque solo haya quedado en
intento, para lograr sanarlo y abrirse a uno mismo la posibilidad de ser modelo
masculino de su hijo varón.
(Escucho voces) ¿Eso es
todo? Parece demasiado simple. “Debo
desconfiar. Tiene que haber algo más”. Y es cierto: hay algo más y es tan
simple como el dolor o la alegría: es una
tarea que dura toda la vida. No se sana al padre herido interior en un solo
y permanente acto. Aceptarlo y amarlo es un punto de inflexión necesario. Pero
debo cultivarlo durante mucho tiempo –toda la vida, quizás—porque son
cambiantes las demandas del hijo. Es una relación dinámica.
Por otra parte, las crisis entre Padre e Hijo,
son normales y –pese a lo trillado del tema- pueden ser oportunidades para que
el padre comunique información a su hijo y le muestre cómo ayudarse a sí mismo.
Es posible mantener una relación de amor entre padre e hijo, pese a los
problemas. El uno aprende del otro, mutuamente. A veces se requiere un cierto
nivel de rudeza racional cuando ser demasiado compasivo puede resultar perjudicial.
Otro aspecto importante
es que un padre puede hacer equipo con su esposa y lograr acuerdos mínimos para
abordar ciertos problemas. Y por cierto, los roles pueden intercambiar
dependiendo de las situaciones y de las características de ambos.
Ser padre requiere de
amor y compasión, aunque cada aproximación paterna se halla determinada por el
estilo que utilizó su propio padre. Una cuestión central está en que la
complejidad de nuestra sociedad moderna, las tremendas exigencias laborales,
hacen que rara vez un niño sepa en qué y cómo trabaja su padre. No lo sabe
porque muy rara vez puede “ver” en qué trabaja.
De hecho, pareciera que
un hijo resulta una carga extra porque es demandante y consume parte esencial
de nuestro tiempo, lo cual es disfuncional en una situación competitiva.
LA PATERNIDAD HUMANA
Reflejo de la Paternidad Divina
(J.K.)
21. ¿Cómo ha de ser el
Padre de Familia?
Lo más semejante al
Padre Dios.
22. Según la Biblia el
Padre es o tiene:
i) Invariabilidad: el Apocalipsis nos dice que en el cielo todo está
en perpetuo movimiento. Todo se mueve y tiende hacia un solo punto: Dios Padre.
En Él no hay movimiento, de Él proviene toda vida y hacia Él retorna.
Invariable.
Como ejemplo, se cita a
los Jesuitas: asumen que el Padre General es el primer motor y no se mueve. El
tiene todas las riendas en su mano inamovible.
·
“Para mí, como varón (y padre, agrego)
esto significa que debo permanecer inconmovible en mis convicciones”. Solo me
pregunto ¿quién es capaz de hacerlo hoy?
·
El Padre Kentenich menciona una discusión suscitada en torno a
las Actas de Pre-Fundación y de Fundación, referida a las características del
jefe. Se decía –sin todavía practicarlo—que el Padre es la primera autoridad
en la familia, porque es imagen de Dios-Padre. “Primus inter pares” (el primero
entre iguales).
·
“La humanidad actual carece
absolutamente de una imagen ideal del padre Eterno. Esa imagen ha desaparecido
porque en el nivel natural ya no existe el ideal de paternidad”.
·
Más de siglo y medio de la sociedad
industrial y post-industrial, alejaron al padre de la casa, hasta el punto en
que a ciertos hijos les es difícil entender en qué trabaja su padre. El vínculo
que se entrelaza cuando el hijo “ve” trabajar a su padre, ha desaparecido Gradualmente, lo mismo pasa con la madre.
·
El cine primero y la Tv después,
presentan frecuentemente, una imagen desvalorizada del padre, generalmente con
un dejo de incompetencia, incapaz de dar y mostrar amor. Hasta el punto en que
una exitosa publicidad, muestra un papá bien intencionado y simpático, pero
incapaz de cambiar un pañal. Incluso cuando puede hacerlo, es mérito del pañal
y no una señal de eficiencia.
·
A veces, ni siquiera vale pena
“rebelarse” ante un papá tan “pereri”. La autoridad está tan desvirtuada que ya
no la reconocemos. Han abusado de ella o no la ejercieron.
ii) La omnipresencia del Padre: el Padre
Eterno está en todas partes. El papá debe estar presente cuando se lo necesite.
·
Esto significa que debe tener siempre a
los hijos, en el corazón y en la mente. Agregaría, en mi actuar.
·
Implica la entrega total al “tú” que son
mis hijos. El centro son mis hijos, y yo no estoy en primer lugar. Yo, papá,
existo para ellos, y no al revés.
·
Eso no se consigue de la noche a la
mañana: es necesario prepararse. Incluso, no hay que esperar a que Dios te
envíe un hijo.
·
La Madre nos regalará la paternidad
desde el Santuario
iii) Debe ser
“omnisciente”. ¿Cómo es eso?
Dentro del límite de
mis capacidades, que son grandes o tan pequeñas como mi deseo de servir, de
entregar mi ser a mis hijos.
·
Pretendo saber todo lo que se pueda respecto de mis hijos, de un modo
natural, sin forzar, por medio de la confianza y de una ternura expectante,
atenta, inteligente.
·
Debo ser sabio: saber discernir cuándo exigir y cuándo abrir las manos a la
libertad y a la responsabilidad, cuándo premiar y cuándo sancionar.
·
Debo ser santo: ¿cómo es esto? ¿cómo es mi santidad? Normal, antes que nada.
Tal como soy, pero mejor. Sin pretender vivencias extraordinarias de modo
permanente, aunque ciertamente, hay momentos de vivencias extraordinarias. Con
muchas dudas y pocas certezas, con dolor y alegría, con incoherencias y con
persistencia, con mucho, mucho amor. Lejos de esa moral de manos vacías, que
habla mucho y nada ofrece,
·
Dice el padre Kentenich: “Mi santidad consiste en no conocer otra
cosa en mi vida, que la voluntad del Eterno Padre Dios”.
iv) Dios es el JUSTO, el VERÍDICO, el MISERICORDIOSO.
·
Así debemos ser los padres.
·
Es un ideal gigantesco. A este ideal debo aspirar.
·
Como dice San Pablo en alguna parte: “Para mí, la vida es Cristo”.
LA BUENA NUEVA: DIOS ES NUESTRO
PADRE
El hecho fundamental del Reino de Dios es la experiencia de fraternidad, porque Dios, el
Creador, se define como el PADRE COMÚN,
que no sabe distinguir entre sus hijos (Mt, 5, 44-45); como el PADRE BONDADOSO,
que solo sabe perdonar y cobijar (Lc, 15, 11-32).
Quien ha experimentado
a Dios como Padre a partir de la proximidad y de la fraternidad de Jesús de
Nazaret, no puede menos que hacer suya la causa de Jesús en todos los aspectos
de la existencia humana, proponiendo, más allá de cualquier cuestión, una
fraternidad incluyente.
AHORA DEBO CONCLUIR
En ningún caso lo
antedicho podría servir como argumento para
confrontar, herir, lastimar o comprometer la integridad del otro. Eso
desnaturalizaría el propósito de estas reflexiones. Es para unir, no para
desunir, es para esclarecer no para ensombrecer, es para construir no para
destruir.
Finalmente, como se
sabe, no tengo hijos varones, sí tengo dos hijas, Ana Lía y Gaby a quienes amo
desde lo más hondo de mi corazón. Ellas me inspiraron a ser padre, bueno o
malo, en todo caso, lo máximo que pude entregarles. Las dos rondan en este
escrito, hecho con más ánimo que talento,
y mi amor nunca del todo bien expresado a mi esposa Nenucha, quien me
dio a mis hijas. Puse en el escrito mi
experiencia vital, y quizás, solo quizás les sea útil a mis yernos, nietos,
sobrinos y eventualmente, a alguno de mis hermanos.
Concluyo con la parte
final de un escrito que dedicara una de mis hijas. Dice así:
“… el tenerte conmigo y
sentirte a mi lado
el creer en un Dios
por haber encontrado en
vos …
el amor que me ha
regalado.
Gracias Dios por mi
papá
Gracias papá por mi
Dios.
!Que Dios los bendiga¡
Bibliografía
1. Yablonsky Lewis,
“Padre e hijo, la más desafiante de las relaciones”. Ed. Manual Moderno,
México, 1993;
2. Osherson Samuel, “A
encuentro del padre”. Ed. Cuatro Vientos, Santiago, Chile, 1993;
3. Bly Robert. “Hombres
y hierro, el libro de la nueva masculinidad”. Ed. planeta, Bs.As, 1992.
4. Badinter Elisabeth.
“XY La identidad masculina”. Alianza Editorial. Madrid, 1993.
5. Colección CARISMA.
“Dios Padre”. Ed. PTRIS. VOL. 32. Santiago, 1993.-
[1]
Asumo que la mamá tiene el rol de “conmutador” afectivo. Distribuye o
direcciona el destino de los afectos. Suele crear de la nada incluso, una
imagen positiva o negativa del papá, no importando si está vivo o muerto, si
presente o ausente, si es bueno o malo.
[2]
José Kentenich, “Desafíos de nuestro tiempo” o.p. 160s.
[3]
Dicho de un joven entrevistado sobre la imagen de su padre.
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