domingo, 14 de julio de 2013

Papá y los hijos varones

Papá y los hijos varones
Un relacionamiento difícil


Espero muy poco para el enriquecimiento del tesoro espiritual del 
género humano de aquellos hombres o de aquellos pueblos que, por 
pereza mental, por superficialidad, por cientificismo o por lo que sea, se apartan de las grandes y eternas inquietudes del corazón. 
Bueno, pero ¿qué soluciones traes? Y yo, para concluir les diré que si quieren soluciones que acudan a la tienda de enfrente, porque en la mía no se vende semejante artículo. Mi empeño ha sido, es y será que los que me lean, piensen y mediten en las cosas fundamentales, y no ha sido nunca el de darles pensamientos hechos. Yo he  buscado siempre agitar y, a lo sumo, sugerir más que instruir. 
Si yo vendo pan, no es pan, sino levadura o fermento” 
(Miguel de Unamuno, Ensayos, II, Madrid 1970,  374-375)



 


Advertencia previa
Ésta es una charla sobre los padres y sus hijos varones, que elaboré a pedido de algunos jóvenes de Schoenstatt, en Junio de 2000 en el Santuario Joven. Como estaba escrita a lápiz, a la usanza antigua, uno de los participantes (luego mi yerno Luis E.) me instó a que la “pasara en limpio”, esto es, que la imprimiera. Y es lo que haré, porque después de 11 años mantiene una  inesperada actualidad. Además, varios de ellos –todos quizás- se convirtieron en padres a su vez. Así, este trabajo o como quieran llamarlo, es en homenaje a estos jóvenes de antes y de ahora, y de las vicisitudes del pasaje de la filialidad a una nueva paternidad. Eran hijos y ahora son padres también. Veamos pues, cómo les va de este lado del escritorio.
Como el documento original era simplemente una guía, traté de mantenerme fiel a la idea primigenia, pero algunos matices y vivencias que se dieron en medio de la charla y del clima que se generó, no pueden ser recreados y solo pertenecen al campo de la memoria, supuesto que algún recuerdo hayan guardado esos jóvenes brillantes, inquietos y un tanto desapacibles de por aquel entonces.
Finalmente, este no es un trabajo académico sino un intento de comunicación esencial y me considero eximido de  citar las  fuentes con precisión y según  normas. Intento servir a la vida y no a reglas abstractas. No obstante, se consigna la bibliografía, aunque su identificación en el texto es y será, una tarea pendiente.  

 Prólogo
         Un aspecto central de la crisis de nuestro tiempo se relaciona con la desvalorización sistemática y creciente del rol del varón, especialmente en su rol de padre. Una de sus manifestaciones más evidentes es el déficit  de la imagen del padre como modelo de vida, lo que induce a una reflexión —algo sistemática- sobre el problema. Pensar sobre el sentido y el significado de la paternidad se ha convertido en una necesidad a satisfacer.
         En cierto modo, hablar del padre es referirse al principio constitutivo de la sociedad humana, ya que, de algún modo, es símbolo y depositario del poder y la autoridad. Al encarnar la ley, se convierte en el principio básico de estructuración de la personalidad e incluso, en vía de acceso a la cultura.
         Cuando el Padre Kentenich dice que “la tragedia del mundo actual es, en el fondo, la tragedia del padre” se refiere a que el proceso de extrañamiento del sentido de la vida corre parejo al obscurecimiento del sentido de lo religioso, concretamente a la falta de una experiencia radical de filialidad ante Dios. Así, una sociedad “sin padre”, apunta al absurdo de pretender una “fraternidad sin padre”. En realidad, la fraternidad —que es filialidad- no puede sino fundarse en la paternidad, de ahí que vano se busca la una sin querer la otra.
         No existe ser humano que deje de recibir una fuerte influencia de su padre o de una figura paterna substituta. Buscar una acción más auténtica, sabia e inteligente del papel del padre debe, entonces, afectar positivamente a la sociedad global. El supuesto es que un mejor ejercicio del rol paterno, podría incluso eliminar o disminuir algunos de los problemas sociales que nos afectan de modo creciente: pérdida del sentido de la vida, comportamientos desviados, diversos tipos de delincuencia, uso de drogas, intolerancia, y persistente recurso a la violencia, entre otros.
         Los roles sociales de las figuras parentales cambian porque la sociedad evoluciona, y la figura paterna está inmersa en este cambio. En la década de los sesentas, la figura del padre solía ser como una figura entre “sombras”, la madre era la figura central durante los primeros años de vida del niño. Era la responsable de dar  toda satisfacción y seguridad, la única capaz de interpretar  y responder adecuadamente las sonrisas o el llanto del bebé. Se la suponía dotada de un  mecanismo natural asociado a la maternidad, algo que se denominaba “instinto maternal”, en tanto que al hombre se le atribuía únicamente el “cariño paterno”.
         Lo que dijimos en esa reunión fue más o menos así:
Introducción
1. Vengo como papá. No como sociólogo. Vengo como papá schoenstattiano y no simplemente como padre. Al hacerlo, involucro necesariamente a mi papá –ya fallecido- a mis hijas y a mí mismo. Lo mismo que Uds. pensarán en sus papás y en sí mismos. Exponemos, mostramos, lo más íntimo de cada uno. Eso requiere respeto: es lo que ofrezco, es lo que exijo.

2. Tampoco vengo como “modelo”. No hablo desde el poder y la seguridad de algo conquistado, cumplido, sino desde la incertidumbre, de algo que todavía está en construcción.
Por las características del tema, es inevitable la auto-referencia. Debo hablar de mi padre (recordarlo, revivirlo, resentirlo), de mí mismo, de la relación que tuve –o tengo- con él y del vínculo con mis hijas. Y cada uno de nosotros tendrá que hablar de  –o referirse a- su relación paterno-filial. Así funciona esto.

Desarrollo
3. El Rol de Papá: es el más importante que podamos desempeñar en toda nuestra vida. Es el lazo, el vínculo del varón con el futuro:

i) los varones buscan en su papá, modelos de rol, aún cuando no parezcan muy cercanos o  interrelacionados. Buscan cómo ser varones y cómo ser padres. Hoy, el concepto de paternidad y la práctica concreta inherente, se hallan casi exangües y nos refieren a una realidad erosionada, sufrida y doliente, cuya función central —ser modelos de rol- se torna cada vez más incierta.

ii) Papá envía mensajes. No por escrito, no sólo con palabras, sino con su manera de ser, con su estilo de vida, con su comportamiento cotidiano, con sus miradas, gestos y actitudes. Con lo que dice y, a veces –con más fuerza-, con lo que no dice. Conviene apuntar desde el inicio que la imagen paterna (IP) es percibida desde la “conducta” adecuada o no a un rol específico, casi con prescindencia del factor biológico. Se es padre cuando alguien se comporta como tal, y no simplemente por prolongación biológica del acto de engendrar.  No se es padre por fatalismo biológico, serlo requiere de una explícita, permanente y actualizada decisión de comportarse como padre, esto es, adecuar la conducta al rol que se asume por elección propia. No pocos hombres demuestran signos de confusión frente a la relación de intimidad con sus esposas, hijos y aún con sus propios padres. Tarde o temprano, es en el terreno de la convivencia íntima, del amor, donde emergen el dolor y las grandes frustraciones de un rol aprendido, asumido, proyectado y restringido básicamente al de proveedor que solventa las  necesidades materiales

18. La dinámica relacional entre padres e hijos conforma la actitud ante la intimidad y genera conflictos que deben ser enfrentados. Para comprender los sentimientos profundos de los hombres sobre el amor o el trabajo, tiene especial importancia discernir los aspectos no resueltos del vínculo filial

iii) Algunos papás son modelos negativos de rol. Suele suceder que muchos jóvenes se rebelan contra esos modelos negativos, más allá de si objetivamente lo son.

4. La identificación de un hijo con el rol de su padre y la aceptación del mensaje paterno dependerá:
·        que el hijo quiera de verdad a su papá; que lo ame.
·        que papá envíe mensajes desde una posición de cierto éxito, sea profesional, emocional o simplemente de personalidad (un cierto carisma).
·        que la relación entre padre e hijo sea razonablemente buena.
·        que la mamá induzca al hijo a la aceptación del padre como modelo. ([1])

5. Mapas cognoscitivos: es un conjunto de percepciones, esperanzas y sueños, que un papá tiene acerca de su hijo; y también el conjunto de expectativas que un hijo tiene respecto a su papá.

i) la visión (percepción) del mundo de papá se estructura antes que la de su hijo. El mapa cognoscitivo paterno, esa imagen de cómo es o como debería ser su hijo, precede al plan de vida –propio- del hijo. Estas dos perspectivas pueden chocar o estar en armonía.

ii) Papá ¿por qué es tan importante para vos que yo tenga éxito en tus propios términos?

Los hijos deberían preguntarse ¿por qué un padre tiene un concepto –claro o no- sobre lo que serán o deberían ser, sus hijos?
¿Por qué eso es tan importante para la mayoría de los padres?

iii) Padres e hijos, no siempre se comunican de manera abierta, franca, acerca de las expectativas mutuas. Por tanto, otro elemento a considerar en la mezcla o choque de mapas, son las motivaciones, conscientes o inconscientes, de padres e hijos.

iv) Cuando padres e hijos destruyen –o parecen destruir- el sueño del otro, esto conlleva decepción, desencanto y conflicto.

A modo de ilustración, un psicólogo judío-alemán que, como hijo, no llenó las expectativas de su padre, decía:
“Mi padre estaba básicamente insatisfecho con mi tamaño y aspecto. Me molestaba de manera constante. El deseaba más un hijo ario enorme que reforzara su ilusión de no ser judío. De hecho, él era mitad judío y en ese momento en Alemania, era muy importante no ser judío de ninguna manera. Por supuesto, las consecuencias reales eran peligrosas. Yo no llenaba su idea de cómo un hijo debería ser (el mapa cognoscitivo del padre). Nada de lo que hacía era suficiente. Él quería que fuera atlético, pero era demasiado pequeño para la mayoría de los deportes. Entré, de hecho, al equipo de natación. Mi padre sólo pareció en un encuentro en el cual, casualmente, yo gané. La reacción de mi padre no fue ensalzar mis virtudes de ganador sino señalar qué terribles eran los otros nadadores. De este modo, él descartó cualquiera de mis logros.
A pesar de estos desaires, mi padre era generoso con las cosas materiales. Quizás lo hizo para compensar por la aprobación que nunca me dio en otras áreas de mi vida. Era indulgente conmigo: me dejaba beber, ir de parranda, etcétera, como para pagarme lo que no podía darme a nivel emocional. Nunca obtuve su aprobación por la forma en que era.
Mi padre se consumió en el sueño de convertirse en parte de las clases privilegiadas. Se casó con mi madre porque ella era cristiana y además condesa. Dado que yo era pequeño de estatura y, a sus ojos, con aspecto de judío, me rechazó toda su vida. Nunca nos comunicamos acerca del tema. Solo es hasta ahora, que soy psicólogo, cuando puedo confrontar este asunto. El sueño más importante de mi vida fue su aceptación, la cual nunca obtuve”.

Estilos paternos
Como resultado de múltiples factores socio-culturales, todos los hombres desarrollamos estilos paternos únicos. La mayoría de los padres, atravesamos períodos obscuros, de amor-odio con nuestros hijos, pese que a que nuestra disposición básica, constante, sea de amor incondicional. Aunque no existan en realidad estilos paternales químicamente puros, a efectos analíticos es pertinente una categorización, que  cuando menos  determina prioridades en los tipos de padres.
Todos los hombres son hijos, pero no todos se convierten en padres.

A guisa de ilustración:
“Cuando trabajaba en el área social (que no se refería a los bailes y otras liviandades)  del desaparecido diario La Tribuna,  resolví hacer  entrevistas no usuales en ocasión de celebrar el día del Padre. Se entrevistó al Padre Antonio Cops sobre el significado de la paternidad espiritual y su proyección práctica en la vida cotidiana. Sin pretender una fidelidad extrema a sus palabras, decía más o menos así: “El rostro de Dios se hace visible (o invisible) en el rostro de los padres (o en quienes hagan ese rol). Pocas situaciones influyen tanto en el ser humano como la experiencia familiar y es ampliamente aceptado que el vínculo paterno-filial es importante en la conformación de la personalidad. Son los que “introyectan”, implantan  los principios de realidad  y constituyen la experiencia fundante de la identidad personal”.
 Al respecto dice el P. Kentenich “Sin profundas vivencias filiales naturales en relación con un padre real o espiritual, normalmente es extraordinariamente difícil adquirir la correspondiente vivencia religiosa, la vivencia sobrenatural de la paternidad, la correspondiente imagen de Dios Padre”[2]. Antiguamente, se llamaba “Abba” a los maestros espirituales, porque tenían el “don” de la paternidad espiritual, y podían engendrar vida espiritual.
También entrevistamos al papá de un niño diferente, “down”, quien consideraba a su hijo  un verdadero regalo de Dios. Era tan diáfano y sin malicia que traía la buena nueva y, en cierto modo, él era la buena nueva. El titular del periódico rezaba: “Me siento un elegido de Dios”, y el papá lo decía con absoluta convicción. Tanta fue la repercusión que el Nuncio Apostólico de la época pidió conocerlo. El encuentro se realizó y al parecer la reunión fue altamente gratificante”.
 La idea era mostrar los distintos modos de vivir la paternidad.
En todo caso, los papás debemos evitar a toda costa, que nuestros hijos puedan decir, sentir o pensar:
“Conocí el dolor de ser su hijo”.

6. Padre Cobijador, sano, nutriente: es sano porque provee a las necesidades de su hijo antes que a las suyas. Capaz de darse a sí mismo. Tiene el don de la “oblatividad”. Su hijo es el eje central. Entiende que ser padre es una experiencia trascendental, única:
“Era adorable y yo tenía este amoroso y enternecedor sentimiento de dicha que él me daba por su mera existencia”.

7. Padre Camarada: cambian el rol de padre por el de “camarada” o “compinche”:
“Yo buscaba un padre y me encontré con un amigo que no quería”[3].
Lo positivo es que siempre juegan con los hijos y así, de algún modo, están (presentes). Generalmente, no asumen su rol de padres porque no se perciben a sí mismos como superiores a nadie (ser excelente en algo) o no se creen capaces de controlar a alguien. No despiertan respeto en el hijo, ni ofrecen un rol dominante para que su hijo aprenda a ser padre. Usualmente, carecen de motivaciones fuertes, no se orientan hacia grandes logros y suelen ser dominados (sumisos) por su esposa. Suelen compartir en demasía sus problemas con sus hijos y los obscurecen con una visión desastrosa y deprimente del mundo.

8. Padre Macho: se basa en una idea exagerada de lo que constituye la masculinidad. El hijo es una extensión del propio yo y se halla muy atado (expectante) al desempeño de su hijo, en la medida en que esto se relaciona con sus propias necesidades egocéntricas. Intenta convencer a su hijo que la rudeza es un rasgo masculino básico, o que –probablemente- sea el único necesario de fomentar. El hijo suele tener problemas para satisfacer los requisitos que el estilo de su padre le demanda A veces emplea técnicas de producción de culpa y/o retiro de afecto.
 Características de los hijos de un padre macho:  i) copia, solo trata de emularlo; ii) rebelde, niega todo lo que su padre quiere y hace; iii) pasivo-agresivo, obedece pero con hostilidad.

9. Padre Egocéntrico: cumple su rol de manera encantadora, casi carismática, pero egocéntrica. A veces sufren de  psicopatía situacional, actúan de modo frío y calculador debido a su inserción en una sociedad  competitiva, más que como expresión de una personalidad básicamente psicopática.
Suele desaprobar fuertemente a su hijo, cuando  este adopta conductas o tiene desempeños no acordes a su pensar. Se suelen consumir en sus propias necesidades de validación personal.

FASES DE INTERACCIÓN PADRE-HIJO
10. Fase I. Mezcla del YO.
El Padre tiene una relación muy cercana con el hijo. Desde la infancia hasta la niñez.
·        Aunque hay dominio de la madre, los hijos “observan” a su papá.
·        Los papás que se relacionan diariamente con las necesidades básicas de sus hijos, tienden a mezclarse con los egos de ellos, quienes buscan aprobación o desaprobación.
·        El proceso de paternidad no es una vía de sentido único, de papá a hijo. El impacto de un hijo en la personalidad del padre puede ser muy importante.

11. Fase II- ADOLESCENTE
El hijo, para ser él mismo, empieza a alejarse de la relación mezcla del yo, pero desea la seguridad de que su padre estará allí cuando lo necesite. Tiene que caminar por sí mismo, convertirse en una persona y definirse en sus propios términos. Se relaciona más con sus compañeros (sus pares) y de un modo más cercano.
·        Muchos papás se comportan de un modo tonto en este periodo y convierten un proceso de individuación natural en algo terrible.
·        “Quién es este. Dónde está mi chico. A este no lo conozco. No sé quién es”.
·        Este es un punto crítico, de inflexión, y si no se maneja bien o no se resuelve en algún momento, puede volverse un desastre de por vida.
·        Esta Fase es un periodo de socialización, durante el cual el hijo comienza a desarrollar su propia identidad, tanto con respecto a su padre como a la sociedad en general..
·        Un “enemigo natural” es el padre. (Ver estilos paternos).
Puede que padres inmaduros o emocionalmente endebles, reaccionen en defensa de débiles “egos”, y así, es probable que el adolescente reciba una respuesta disciplinaria inconducente. En tanto, un padre compasivo, amoroso, admitirá que su hijo experimente nuevas emociones, como un elemento más del proceso de crecimiento y nunca tendrá reacciones punitivas. Es una ayuda para su hijo adolescente, en una difícil transición entre la infancia y el hombre.

12. Fase III -  AMISTAD DE HOMBRE A HOMBRE
·        Cuando una relación paterno-filial no está muy contaminada, permite que se conviertan en amigos (iguales) que se guardan mutuo respeto.
·        Comparten experiencias de resolución de problemas y disfrutan de una amistad  productiva.
·        No siempre se alcanza esta relación. A veces las relaciones se dañan de modo irreparable o quedan empantanadas en alguna fase no resuelta.

Carta al Padre muerto
Hace cinco años que murió, pero el poeta-hijo está aún esperando escucharlo decir:
“MI HIJO, MI QUERIDO HIJO”
y  lanza una feroz acusación
“¿Comprendes ahora que los padres /
 que no aman a sus hijos/tienen hijos que no pueden amar?”
Y con doloroso estoicismo decía:
“No fue tu culpa/ tampoco la mía/
 yo necesitaba tu amor/ 
pero me recuperé sin él/
 Ahora ya no necesito nada”




A veces, los papás no pueden dejar ir a su “niño pequeño” y los mantienen en una relación subordinada que no les permite crecer y ser ellos mismos.

·        En general, los padres inseguros tienden a mantener dependientes a sus hijos. Luchar por mantener el control casi completo que se tuvo cuando eran niños. Es mala paternidad.
EL PADRE HERIDO
13. Es el sentido interno de masculinidad que los hombres llevamos dentro. Es la imagen interna del padre que, según el tenor de la relación, puede  ser crítica y exasperante o necesitada y vulnerable. Cuando un papá dice que no puede querer a sus hijos porque a él no lo quisieron lo suficiente, es el padre herido quien está hablando (ver recuadro anterior).

14. Tres aspectos de nuestra imagen de padre herido:
i) el hijo puede recordar al padre herido con tristeza, incompetencia o rabia, factores que dominan (condicionan) su imagen de hombre;

ii) como provocando heridas, al evocar la pérdida y los sentimientos de necesidad que experimentaba al ser rechazado o sentirse desilusionado del padre;

iii) el hijo puede internalizar imágenes y recuerdos distorsionados o idealizados del padre, mientras lucha por elaborar o sintetizar su identidad como hombre.

15. El padre herido internalizado, es resultado de la “experiencia” que tiene el hijo acerca del padre, mezcla de fantasía y realidad, que no siempre se corresponde con lo que el padre realmente era (o es), ni tampoco a lo que eventualmente ocurría en la familia. No hablamos de realidad literal.

Y para comprender esto es importante analizar el impacto psicológico que se produce en el niño por efectos de un padre ausente. A medida que crecemos, todos debemos  separarnos (diferenciarnos) de papá y mamá. No es razonable pretender que los problemas de separación (individuación) se relacionan más con uno de los padres. 

Todos tratamos de comprender la realidad de ambos, de mamá, de papá, y la propia, y se debe asumir que el clima familiar –que es dinámico- lo construimos entre todos. Por cierto, hay problemas específicos de cada uno. La ausencia física o más frecuente, la psicológica, complejiza la relación padre-hijo. Cuando papá no está, hay que explicar porqué no está. Es necesario dar cuenta de la ausencia, porque es fácil que el hijo internalice imágenes erradas o distorsionadas del papá. Este es un punto axial, aquí es donde los hijos empiezan a idealizar o a denigrar al padre.

Al parecer la vulnerabilidad masculina basada en la experiencia del padre, reside en nuestras fantasías y mitos para explicarnos por qué él no está. Esta cuestión debe ser resuelta, y quizás entonces, se podrá internalizar una imagen “sana” de padre.

16.- El mito de Odiseo: necesidad de Sanar al Padre Herido
“Yo soy el padre que faltó en tu niñez.
Y por el cual sufriste el dolor de la falta. Yo soy él.
¿No es magnífico ser arrasado por el asombro
Frente a la presencia de tu padre?
Ningún otro Odiseo vendrá jamás, ya que él
Y yo somos uno, el mismo”.
La Odisea-Homero-Ulises-Libro XVI

El mito de Odiseo nos advierte del dolor del padre y del hijo, es una lección para nuestro tiempo.

i) El barco de Odiseo (Ulises) desaparece durante el viaje de regreso (guerra de Troya) y todo el reino asume que ha muerto.

ii) Penélope, esposa y reina de Ulises, se ve asediada por pretendientes que desean conquistar la corona, mediante el casamiento.

iii) Telémaco, hijo de Penélope y Ulises, joven, no sabe qué actitud asumir, no sabe cómo defender a su madre. La llegada de su padre impulsa a Telémaco a logar un sentido de la masculinidad, fuerte y confiable.

17.- Este es el mensaje: para que un hombre crezca, debe encontrar la bondad, la fuerza, en su propio padre. Debe encontrar incluso heroísmo, en una figura que apenas conoce.
La alternativa es dejarse dominar por las imágenes viles y degradantes de la masculinidad representada por los pretendientes de su madre Penélope.

18.- Ulises y Telémaco matan a los pretendientes. Es una metáfora. Ulises le enseña a su hijo a ser hombre y lo hace confiar en su propia fuerza.
Necesitamos al Padre Nutriente que nos ayude a definir la fuerza (virtud) masculina en un mundo cambiante y caótico.

19. Sanar al Padre Herido implica reconciliación entre Padre e Hijo. Mientras “no conozcamos” al padre, lo aceptemos tal como es, como fue, y como –posiblemente- será, es difícil que podamos crecer y convertirnos en verdaderos padres de nuestros hijos.
Esta es la tarea: sanar al padre herido interno.

20. Cuando la figura del padre se torna más débil y obscura, se convierte en instrumento de esas fuerzas sin luz. En el vacío del padre, se instala una agencia de propaganda que lo convence de la obscuridad permanente del padre.
¿Qué puede hacer el hijo? Sabe que mamá no va a redimir a su padre. El único que  puede hacerlo es el hijo. La tarea es sanar al padre herido interno. Reconciliarse, aceptarlo, amarlo tal como es. Y además, debe descubrir en él –y solamente en él- algún rasgo positivo, una luz por pequeña que sea, una fuerza, una actitud aunque solo haya quedado en intento, para lograr sanarlo y abrirse a uno mismo la posibilidad de ser modelo masculino de su hijo varón.

(Escucho voces) ¿Eso es todo? Parece demasiado simple. “Debo desconfiar. Tiene que haber algo más”. Y es cierto: hay algo más y es tan simple como el dolor o la alegría: es una tarea que dura toda la vida. No se sana al padre herido interior en un solo y permanente acto. Aceptarlo y amarlo es un punto de inflexión necesario. Pero debo cultivarlo durante mucho tiempo –toda la vida, quizás—porque son cambiantes las demandas del hijo. Es una relación dinámica.
Por  otra parte, las crisis entre Padre e Hijo, son normales y –pese a lo trillado del tema- pueden ser oportunidades para que el padre comunique información a su hijo y le muestre cómo ayudarse a sí mismo. Es posible mantener una relación de amor entre padre e hijo, pese a los problemas. El uno aprende del otro, mutuamente. A veces se requiere un cierto nivel de rudeza racional cuando ser demasiado compasivo puede resultar perjudicial.

Otro aspecto importante es que un padre puede hacer equipo con su esposa y lograr acuerdos mínimos para abordar ciertos problemas. Y por cierto, los roles pueden intercambiar dependiendo de las situaciones y de las características de ambos.
Ser padre requiere de amor y compasión, aunque cada aproximación paterna se halla determinada por el estilo que utilizó su propio padre. Una cuestión central está en que la complejidad de nuestra sociedad moderna, las tremendas exigencias laborales, hacen que rara vez un niño sepa en qué y cómo trabaja su padre. No lo sabe porque muy rara vez puede “ver” en qué trabaja.

De hecho, pareciera que un hijo resulta una carga extra porque es demandante y consume parte esencial de nuestro tiempo, lo cual es disfuncional en una situación competitiva.

LA PATERNIDAD HUMANA

Reflejo de la Paternidad Divina (J.K.)

21. ¿Cómo ha de ser el Padre de Familia?
Lo más semejante al Padre Dios.
22. Según la Biblia el Padre es o tiene:

i) Invariabilidad: el Apocalipsis nos dice que en el cielo todo está en perpetuo movimiento. Todo se mueve y tiende hacia un solo punto: Dios Padre. En Él no hay movimiento, de Él proviene toda vida y hacia Él retorna. Invariable.
Como ejemplo, se cita a los Jesuitas: asumen que el Padre General es el primer motor y no se mueve. El tiene todas las riendas en su mano inamovible.

·        “Para mí, como varón (y padre, agrego) esto significa que debo permanecer inconmovible en mis convicciones”. Solo me pregunto ¿quién es capaz de hacerlo hoy?

·        El Padre Kentenich  menciona una discusión suscitada en torno a las Actas de Pre-Fundación y de Fundación, referida a las características del jefe. Se decía –sin todavía practicarlo—que el Padre es la primera autoridad en la familia, porque es imagen de Dios-Padre. “Primus inter pares” (el primero entre iguales).

·        “La humanidad actual carece absolutamente de una imagen ideal del padre Eterno. Esa imagen ha desaparecido porque en el nivel natural ya no existe el ideal de paternidad”.

·        Más de siglo y medio de la sociedad industrial y post-industrial, alejaron al padre de la casa, hasta el punto en que a ciertos hijos les es difícil entender en qué trabaja su padre. El vínculo que se entrelaza cuando el hijo “ve” trabajar a su padre, ha desaparecido  Gradualmente, lo mismo pasa con la madre.

·        El cine primero y la Tv después, presentan frecuentemente, una imagen desvalorizada del padre, generalmente con un dejo de incompetencia, incapaz de dar y mostrar amor. Hasta el punto en que una exitosa publicidad, muestra un papá bien intencionado y simpático, pero incapaz de cambiar un pañal. Incluso cuando puede hacerlo, es mérito del pañal y no una señal de eficiencia.

·        A veces, ni siquiera vale pena “rebelarse” ante un papá tan “pereri”. La autoridad está tan desvirtuada que ya no la reconocemos. Han abusado de ella o no la ejercieron.

ii) La omnipresencia del Padre: el Padre Eterno está en todas partes. El papá debe estar presente cuando se lo necesite.
·        Esto significa que debe tener siempre a los hijos, en el corazón y en la mente. Agregaría, en mi actuar.
·        Implica la entrega total al “tú” que son mis hijos. El centro son mis hijos, y yo no estoy en primer lugar. Yo, papá, existo para ellos, y no al revés.
·        Eso no se consigue de la noche a la mañana: es necesario prepararse. Incluso, no hay que esperar a que Dios te envíe un hijo.
·        La Madre nos regalará la paternidad desde el Santuario

iii) Debe ser “omnisciente”. ¿Cómo es eso?
Dentro del límite de mis capacidades, que son grandes o tan pequeñas como mi deseo de servir, de entregar mi ser a mis hijos.
·        Pretendo saber todo lo que se pueda respecto de mis hijos, de un modo natural, sin forzar, por medio de la confianza y de una ternura expectante, atenta, inteligente.
·        Debo ser sabio: saber discernir cuándo exigir y cuándo abrir las manos a la libertad y a la responsabilidad, cuándo premiar y cuándo sancionar.
·        Debo ser santo: ¿cómo es esto? ¿cómo es mi santidad? Normal, antes que nada. Tal como soy, pero mejor. Sin pretender vivencias extraordinarias de modo permanente, aunque ciertamente, hay momentos de vivencias extraordinarias. Con muchas dudas y pocas certezas, con dolor y alegría, con incoherencias y con persistencia, con mucho, mucho amor. Lejos de esa moral de manos vacías, que habla mucho y nada ofrece,   
·        Dice el padre Kentenich: “Mi santidad consiste en no conocer otra cosa en mi vida, que la voluntad del Eterno Padre Dios”.

iv)  Dios es el JUSTO, el VERÍDICO,  el MISERICORDIOSO.
·        Así debemos ser los padres.
·        Es un ideal gigantesco. A  este ideal debo aspirar.
·        Como dice San Pablo en alguna parte: “Para mí, la vida es Cristo”.

LA BUENA NUEVA: DIOS ES NUESTRO PADRE
El hecho fundamental  del Reino de Dios es la experiencia de fraternidad, porque Dios, el Creador,  se define como el PADRE COMÚN, que no sabe distinguir entre sus hijos (Mt, 5, 44-45); como el PADRE BONDADOSO, que solo sabe perdonar y cobijar (Lc, 15, 11-32).
Quien ha experimentado a Dios como Padre a partir de la proximidad y de la fraternidad de Jesús de Nazaret, no puede menos que hacer suya la causa de Jesús en todos los aspectos de la existencia humana, proponiendo, más allá de cualquier cuestión, una fraternidad incluyente.

AHORA DEBO CONCLUIR
En ningún caso lo antedicho podría servir como argumento para  confrontar, herir, lastimar o comprometer la integridad del otro. Eso desnaturalizaría el propósito de estas reflexiones. Es para unir, no para desunir, es para esclarecer no para ensombrecer, es para construir no para destruir. 
Finalmente, como se sabe, no tengo hijos varones, sí tengo dos hijas, Ana Lía y Gaby a quienes amo desde lo más hondo de mi corazón. Ellas me inspiraron a ser padre, bueno o malo, en todo caso, lo máximo que pude entregarles. Las dos rondan en este escrito, hecho con más ánimo que talento,  y mi amor nunca del todo bien expresado a mi esposa Nenucha, quien me dio a mis hijas. Puse en el  escrito mi experiencia vital, y quizás, solo quizás les sea útil a mis yernos, nietos, sobrinos y eventualmente, a alguno de mis hermanos.

Concluyo con la parte final de un escrito que dedicara una de mis hijas. Dice así:

“… el tenerte conmigo y sentirte a mi lado
el creer en un Dios
por haber encontrado en vos …
el amor que me ha regalado.
Gracias Dios por mi papá
Gracias papá por mi Dios.


!Que Dios los bendiga¡





Bibliografía
1. Yablonsky Lewis, “Padre e hijo, la más desafiante de las relaciones”. Ed. Manual Moderno, México, 1993;  
2. Osherson Samuel, “A encuentro del padre”. Ed. Cuatro Vientos, Santiago, Chile, 1993;
3. Bly Robert. “Hombres y hierro, el libro de la nueva masculinidad”. Ed. planeta, Bs.As, 1992.
4. Badinter Elisabeth. “XY La identidad masculina”. Alianza Editorial. Madrid, 1993.
5. Colección CARISMA. “Dios Padre”. Ed. PTRIS. VOL. 32. Santiago, 1993.-






[1] Asumo que la mamá tiene el rol de “conmutador” afectivo. Distribuye o direcciona el destino de los afectos. Suele crear de la nada incluso, una imagen positiva o negativa del papá, no importando si está vivo o muerto, si presente o ausente, si es bueno o malo.
[2] José Kentenich, “Desafíos de nuestro tiempo” o.p. 160s.
[3] Dicho de un joven entrevistado sobre la imagen de su padre.

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