lunes, 30 de septiembre de 2013

SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL

SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL FRIEDRICH NIETZSCHE

·        En algún apartado rincón del universo cente­lleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el mi­nuto más altanero y falaz de la «Historia Univer­sal»: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza el astro se he­ló y los animales inteligentes hubieron de perecer....  cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán es­téril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hu­bo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo se acabe todo para él no habrá sucedido na­da, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana......

·        ......si pu­diéramos comunicarnos con la mosca, llegaríamos a saber que también ella navega por el aire poseí­da de ese mismo pathos, y se siente el centro vo­lante de este mundo. Nada hay en la naturaleza, por despreciable e insignificante que sea, que, al más pequeño soplo de aquel poder del conocimien­to, no se infle inmediatamente como un odre....   .......Ese orgullo, ligado al conocimiento y a la sensación, niebla cegadora colocada sobre los ojos y los sentidos de los hombres, los hace enga­ñarse sobre el valor de la existencia, puesto que aquél proporciona la más aduladora valoración so­bre el conocimiento mismo. Su efecto más gene­ral es el engaño -pero también los efectos más particulares llevan consigo algo del mismo ca­rácter-.

·        El intelecto.....  desarrolla sus fuerzas principales fin­giendo, puesto que éste es el medio merced al cual sobreviven los individuos débiles y poco robustos, como aquellos a quienes les ha sido negado ser­virse, en la lucha por la existencia, de cuernos, o de la afilada dentadura del animal de rapiña. En los hombres alcanza su punto culminante este ar­te de fingir; aquí el engaño, la adulación, la men­tira y el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento, el conven­cionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo, en una palabra, el re­voloteo incesante alrededor de la llama de la va­nidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una incli­nación sincera y pura hacia la verdad.....

·        .....En un estado natural de las cosas el individuo, en la medida en que se quiere mantener frente a los demás individuos, utiliza el intelecto y la ma­yor parte de las veces solamente para fingir, pe­ro, puesto que el hombre, tanto por necesidad co­mo por hastío, desea existir en sociedad y grega­riamente, precisa de un tratado de paz y, de acuer­do con éste, procura que, al menos, desaparezca de su mundo el más grande bellum omnium con­tra omnes. Este tratado de paz conlleva algo que promete ser el primer paso para la consecución de ese misterioso impulso hacia la verdad. En este mismo momento se fija lo que a partir de enton­ces ha de ser «verdad»,.....

·        ....El mentiroso utili­za las designaciones válidas, las palabras, para ha­cer aparecer lo irreal como real; dice, por ejemplo, «soy rico» cuando la designación correcta para su estado sería justamente «pobre». Abusa de las con­venciones consolidadas haciendo cambios discre­cionales, cuando no invirtiendo los nombres. Si hace esto de manera interesada y que además ocasione perjuicios, la sociedad no confiará ya más en él y, por este motivo, lo expulsará de su seno.

·        Por eso los hombres no huyen tanto de ser enga­ñados como de ser perjudicados mediante el en­gaño; en este estadio tampoco detestan en rigor el embuste, sino las consecuencias perniciosas, hos­tiles, de ciertas clases de embustes. El hombre nada más que desea la verdad en un sentido aná­logamente limitado: ansia las consecuencias agra­dables de la verdad, aquellas que mantienen la vi­da; es indiferente al conocimiento puro y sin con­secuencias e incluso hostil frente a las verdades sus­ceptibles de efectos perjudiciales o destructivos. Y, además, ¿qué sucede con esas convenciones del lenguaje? ¿Son quizá productos del conocimien­to, del sentido de la verdad? ¿Concuerdan las de­signaciones y las cosas? ¿Es el lenguaje la expre­sión adecuada de todas las realidades?

·        Solamente mediante el olvido puede el hombre alguna vez llegar a imaginarse que está en pose­sión de una «verdad» en el grado que se acaba de señalar. Si no se contenta con la verdad en forma de tautología, es decir, con conchas vacías, enton­ces trocará continuamente ilusiones por verdades.


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