De qué vale…
“¿De qué vale el consenso donde no se puede disentir? ¿Ahí donde el consenso es obligatorio,
premiado y el disenso es ignorado? Deben decidir qué hacer con los disidentes:
¿los matan o los dejan vivir?”.
La respuesta nuestro gobierno es: “no los matamos y no los dejamos
vivir”. Esto es, en la saturnal lógica luguista: “ni uno, ni otro, o sea
Ku-otro” (entende´a). Esta es la auténtica democracia, el régimen legítimo que
logramos el 20 de Abril de 2008.
Este sistema se ha desarrollado en un contexto ideológico
absolutamente opuesto: el stronato. Y
solo puede comenzar a entenderse procediendo al cierre del universo del discurso, donde paradójicamente, la discrepancia entre los
contenidos políticos de cada época, parece retroalimentar el vaciamiento
democrático, por exceso mismo de discurso. Un extraño método, por cierto.
El discurso político en tanto que mecanismo de violencia estructural, se ha convertido en una eficiente arma de
aniquilación simbólica que el gobierno ha elegido para controlar los elementos
disidentes. Todo aquel que piense distinto es una amenaza para la auto-conservación
política.
En consecuencia, un análisis de las representaciones sociales
peyorativas de la oposición política permitirá reconocer los distintos grados
de presión que la oposición ejerce en un contexto de reelección clandestino, durante
el cual, al aumentarse automáticamente las percepciones gubernamentales de peligro
se motivará la decisión de aplicar un mecanismo de control o de eliminación.
2010
2010
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